Por Nelson Torres
Para Lampadia, 5 de febrero de 2018
Ante la crítica situación de Agrobanco, vale hacerse la pregunta. En un país como el nuestro, ¿es necesario un banco público orientado al financiamiento del sector agropecuario?
En primer lugar, es necesario tener en consideración que a pesar de sus ineficiencias, la agricultura minifundista es todavía una de las principales fuentes de empleo en el país y de alimentos para la población urbana. Los pequeños agricultores subsisten con bajos niveles de organización, escasa tecnología y una rentabilidad muy volátil. La reciente crisis de la papa es una muestra clara de esta situación.
Algunos segmentos de productores, en forma organizada han logrado articularse con relativa eficiencia al mercado global. Cafetaleros, cacaoteros y bananeros. En menor medida productores de granos andinos. Compiten en desventaja, pero allí están, regulando los precios de venta en sus zonas y generando mejores oportunidades de vida para ellos mismos. Parafraseando a los políticos, el minifundio es un problema, pero también una oportunidad.
En este complicado escenario debió operar el Agrobanco creado durante el gobierno de Alejandro Toledo. Más allá de la discusión ideológica sobre si es pertinente que exista un banco público de propósito específico, Agrobanco operaba y tenía una red de cobertura nacional. Han sido muchas las críticas respecto a su funcionamiento, pero algunos de sus resultados resultan sorprendentes.
En primer lugar, la composición de su cartera de créditos, casi el 50% de sus colocaciones estaban orientadas a medianas y grandes empresas; esto es un sin sentido, si tenemos en consideración que su objetivo era financiar a los pequeños productores.
.Además de tener una alta concentración de crédito en un segmento de mercado que no era claramente su público objetivo, son precisamente este tipo de créditos los de mayor morosidad.
Sin tener mayor información podríamos presumir que las empresas agrícolas medianas y grandes que buscaron crédito en Agrobanco no calificaban para financiamiento de la banca privada. La primera pregunta que me viene a la mente es, ¿Por qué un banco público, orientado al financiamiento de pequeños productores tuvo que financiar a empresas que debieron haber sido atendidas por la banca privada?
Y finalmente, la estructura de las colocaciones de Agrobanco resulta algo sorprendente, el 45% de sus créditos corresponden a la oficina central en San Isidro – Lima; podemos ser benevolentes y pensar que los créditos más grandes se negociaban, evaluaban y aprobaban en Lima, donde están las gerencias de créditos, de riesgos y los comités responsables. O podemos ser mal malevolentes y suponer que los créditos que se aprobaban en Lima respondían a gestiones de índole lobista.
Creo que el gobierno debe tener algún mecanismo que lleve financiamiento a los pequeños productores agropecuarios. Sus necesidades de financiamiento no son atendidas por la banca tradicional. Sin embargo resulta evidente que el desempeño de Agrobanco dista de ser eficiente y, aparentemente, ha estado lejos de su público objetivo.