Natale Amprimo
El Comercio, 23 de abril del 2025
“¿Es posible sostener un sistema en el que alguien puede ser presidente de la República sin tener un solo representante en el Congreso?”.
Permanentemente escuchamos la crítica que con razón se realiza, respecto del absurdo sistema electoral que va a permitir que, salvo alguna sorpresa de último minuto, en las próximas elecciones generales del 2026 tengamos 43 partidos políticos con posibilidad de presentar fórmulas presidenciales, además de las respectivas listas para la Cámara de Diputados como de Senadores.
Esa realidad no hace otra cosa que corroborar que en el Perú seguimos siendo un país caudillista; esto es, que sigue a personas más que a ideas.
El caudillismo ha sido, sin lugar a dudas, uno de los peores males de nuestro país que no ha hecho otra cosa que fragilizar más nuestra de por sí precaria institucionalidad democrática. Además, ese caudillismo ha venido acompañado por una casi innata facilidad por asumir posiciones serviles y de sometimiento a la voluntad del “líder” de turno.
Por eso en el Perú carecemos de partidos políticos de verdad. Los que hay, salvo una que otra excepción, son membretes que cambian de elección en elección y personajes cuya participación también se va alternando, según las conveniencias que el momento amerite. Si se hace algo de memoria y se revisan los periódicos de hace algún tiempo, se puede verificar que los males que de tiempo en tiempo se mencionan como los causantes de la situación que vivimos y padecemos, son los mismos. El gran problema es que las soluciones que se plantean, a pesar de la demostración que ellas no sanan al enfermo, también siguen siendo las mismas.
¿Es posible sostener un sistema en el que alguien puede ser presidente de la República sin tener un solo representante en el Congreso? Eso, desde todo punto de vista, es un absurdo y solo puede generar fragilidad.
Los países que han padecido situaciones similares han optado por ir hacia un sistema parlamentario, en el que el elector elige una lista al Congreso y es la mayoría de la composición del Poder Legislativo la que define quien asume la presidencia del gobierno. De esta forma, los partidos que participan en la composición de esa mayoría es probable que terminen conformando una posición unitaria en la siguiente elección, de manera que, casi naturalmente, se reducirá el número de partidos.
Además de ello, aquellos que aspiren asumir la presidencia del gobierno deberán ser candidatos al Congreso, con lo que se logra una mejor representación, pues los líderes de los partidos estarían dentro del Poder Legislativo y eso no permitiría que se desmarquen del actuar de sus bancadas, como ocurre con facilidad el día de hoy.
Por otro lado, habría que fijar que, como ocurre en Alemania y España, para censurar al presidente del gobierno la moción debe venir acompañada por el nombre del reemplazo, de forma que la censura del titular no genere un vacío de poder y la caída venga con sustituto. De esta manera, quien gobierna gozaría de una mayoría parlamentaria que le daría no solo estabilidad, sino que permitiría impulsar eficazmente las propuestas del Ejecutivo.
Obviamente lo que estamos planteando requiere una reforma profunda. Se dirá que la tradición en el Perú es el presidencialismo. La verdad es que nuestra tradición en realidad es el caos, que se incrementará con el nuevo esquema esquizofrénico que este Congreso nos deja con su mal diseñado retorno a la bicameralidad, lleno de errores y contradicciones.