Natale Amprimo
El Comercio, 26 de marzo del 2025
“El poder político aspira al control de los medios de comunicación”.
Hace 30 años, Jorge de Esteban, catedrático de derecho constitucional de la Universidad Complutense de Madrid, escribió en el libro colectivo “Constitución y derecho político” una ponencia titulada “Los medios de comunicación como control del poder político”.
A pesar del tiempo transcurrido, muchas de sus reflexiones mantienen plena actualidad, de ahí que me permita compartirlas resumidamente.
Empieza su estudio citando a Alexis de Tocqueville quien, con certeza aún vigente, decía que un ciudadano al que se le oprime no tiene más que un medio para defenderse y es dirigirse a la nación y, si esta se mantiene sorda, al género humano; no teniendo más que un medio para hacerlo y consiste en la prensa, de la que indica que es por excelencia el instrumento democrático de la libertad.
Quizás por ello es una característica propia de libro de texto que los regímenes totalitarios y no democráticos busquen controlar a los medios de comunicación, unos de forma abierta y obscena –intervención, cierre de medios, deportación de periodistas, etc.– y otros de forma más sutil, aunque no menos grosera, como lo hemos podido comprobar los peruanos en nuestro pasado reciente y no tan reciente también –discriminación en la publicidad institucional o en la información gubernamental, en el menor de los casos–.
Por eso, los medios de comunicación de masas son como Jano, el dios de Roma con doble rostro. Pueden servir para la obtención de dos metas claramente contrapuestas: para consolidar y ampliar el poder de los gobernantes hasta convertirlo incluso en absoluto, justificando situaciones aberrantes a todo demócrata, y por otro lado para denunciar los abusos, como consecuencia del ejercicio de su labor de información y control. Como la lengua de Esopo, puede servir tanto para lo peor como para lo mejor.
Los gobernantes y los políticos en general, cuyo deseo natural es conservar el poder, tienen necesidad de propaganda más que de información, como sentencia Chamoux, citado por De Esteban, quien con claridad asevera que el poder político aspira al control de los medios de comunicación por varias razones que enumera: a través de ello intenta ocultar toda información que no le sea beneficiosa; favorece la manipulación de la información emitida en provecho propio, revalorizando los aspectos positivos y silenciando los negativos; presiona para que se jerarquicen las noticias de acuerdo a la valoración oficial; y, por último, favorece la tendencia a difundir programas o noticias deformadoras de la opinión pública, a efectos de mantener distraídos a los ciudadanos con asuntos ‘estupidizantes’, morbosos o de entretenimiento banal.
Pensar en una democracia en la que las instituciones funcionen correctamente y exista una transparencia absoluta en las actuaciones del poder, sin opacidad y secretismos, y donde los medios de comunicación informen asépticamente, sirviendo de correa de transmisión entre gobernantes y gobernados, es pensar en un mundo celestial. Vivimos en un sistema teóricamente democrático en el que hay zonas oscuras de actuación y, por tanto, se seguirá fomentando la desinformación de ciertos hechos a través de la utilización de técnicas manipuladoras en busca de un “consenso”, que muchas veces no es otra cosa que un totalitarismo light.
Finaliza su estudio precisando que la función de la prensa no consiste en reflejar la luz del sol, sino en iluminar las zonas oscuras y sinuosas a las que tan aficionado es todo poder político.