La entrevista recién concedida por Ollanta Humala ha decepcionado a muchos, al grado que días después las quejas continúan. Las ideas son más o menos que su presentación ante el público no lo muestran como un líder, y que por lo tanto da la impresión de no estar sólidamente aplicado a la tarea de gobernar el país.
Es cierto que Humala ha dado mejores entrevistas que esta, pero a la vez se sabe que encandilar al público con su verbo no es lo suyo. Una cortedad algo áspera en el discurso siempre ha sido atribuida a una formación castrense, y ha sido aceptada como parte de su estilo, desde sus campañas electorales. Ahora se ha despertado un apetito por otro tipo de presidente.
Hubo un tiempo, hace decenios, en que se mencionaba al presidente suizo como un ejemplo para Perú. Pocos en Suiza conocían siquiera su nombre, y eso era señal de una gobernabilidad discretísima y no, como aquí, sacudida por los vendavales del personalismo. Pero es evidente que hoy Didier Burkhaltrer es un ejemplo para pocos en este país. ¿Ayudaría un Humala pico de oro? Tuvimos algo así con Alan García, en muchas cosas ubicado al otro extremo del estilo de Humala.
Pero las cifras de aprobación no fueron esencialmente mejores, y eso que la economía marchaba a mejor ritmo. Los opositores incluso consideraban sospechosos su dominio de los temas y su facilidad de palabra. Presentarse ante el público siempre es un problema para un presidente.
A la postre el segundo Fernando Belaunde tuvo que desentenderse de su régimen semanal de entrevistas periodísticas informales. Alberto Fujimori aparecía mucho, pero casi no declaraba. Alejandro Toledo mantuvo sus engoladas entrevistas al mínimo. En esta lista de tácticas Humala se encuentra en algún lugar del medio, y en tres años su discurso público ha oscilado entre la discreción y el exabrupto.
En este tiempo la oposición, sobre todo la de derecha, ha descubierto que es mucho más negocio atacar al presidente que a los ministros, que son los que manejan el día a día. Plantear que Humala no gobierna porque no tiene todos los elementos a la mano durante una entrevista es un salto lógico bastante largo. Sobre todo si tomamos en cuenta que, con todas sus evidentes fallas, se trata de un gobierno bastante promedial en la seria.
En muchos aspectos terriblemente parecido a los de sus predecesores. Un presidente que se empieza a ir siempre suena algo peor que uno recién llegado. Lo que al inicio podía parecer una virtud más adelante se convierte en un defecto. Esto no debería desanimar a Humala de seguir informando, en su inevitable estilo, acerca de la marcha del gobierno. La presidencia no es un concurso de elocuencia. [Poco a poco Humala se está convirtiendo en un Belaúnde que de mediados a fines de su gobierno se convirtió en intrascendente como referente de los problemas nacionales y cuando los peruanos asistíamos a sus conferencias desesperados por alguna luz nos llevaba de frente al pichis palcazu]