Por Mirko lauer
La República, 09 Feb 2022
“Todo sugiere que Valer llegó a la PCM con el encargo de provocar a los opositores y precipitar una negativa de la confianza, como antesala de la disolución del Congreso”.
¿Hubo un intento real de cerrar el Congreso? A juzgar por los comentarios post factum de Héctor Valer, intento hubo. Lo que faltó fue un manejo mínimamente hábil de las cosas. Desde que la derecha parlamentaria, apenas instalada, proclamó su deseo de vacar a Pedro Castillo, él y su entorno sueñan con un mundo sin congresistas.
Todo sugiere que Valer llegó a la PCM con el encargo de provocar a los opositores y precipitar una negativa de la confianza, como antesala de la disolución del Congreso. Pero los organizadores no esperaban que el abogado revelara las cartas del complot de forma tan precipitada, ni que fuera políticamente tan frágil.
El frustrado cierre del Congreso nos deja con la imagen de un Castillo dispuesto a poner en marcha un putsch, pero sin capacidad de llevarlo a buen término. Sus limitadas habilidades son lo único que lo separa de lanzar emprendimientos orientados hacia un poder personal sin limitaciones democráticas.
¿Quién le vendió a Valer, y con qué argumentos? Desde Guido Bellido sabemos que hay en el mutismo de Castillo una fascinación por los picos de oro. En la vida sindical son muy necesarios por momentos. Pero fuera de eso solo parecen servir para irritar a los opositores, un prurito histriónico que no conduce a nada.
La petipieza de Valer ha cambiado partes de la topografía política. Ha liquidado la alianza del gobierno con Nuevo Perú, que parecía tan institucionalizada. Ha establecido el entorno cercano como factor decisivo de poder. Lo que el incidente no ha podido hacer es poner en marcha un nuevo tipo de discurso en el Congreso.
Luego de haber confeccionado un gabinete atroz, ahora Castillo arrastra los pies en la oferta de uno tecnológico de alto nivel, y parece que un ladino arequipeño se lo está sirviendo en bandeja. Pero ya no hay incógnitas allí. Sobre todo, si algunas cuestionadas fichas se mantienen operativas, como ha venido sucediendo. El gabinete que venga no va a ser realmente nuevo.
¿Qué pasaría con Castillo si este lograra cerrar el Congreso y evitar nuevas elecciones? Lo más probable es que terminaría de perder el control de las cosas. Podemos imaginarlo como una isla rodeada de asesores por todas partes, sobre todo discretamente extranjeros.