Apoyo de partidos nacionales a movimientos regionales en las próximas elecciones. ¿Qué cosa es eso? Una explicación: pragmatismo en medio de la crisis de los partidos, sobre todo en el interior. Otra: los partidos nacionales despejan la cancha para no afectar sus estrategias de cara al 2016. Otra: candidatos regionales buscando un perfil político más claro.
Hace tiempo que a los partidos limeños no les va tan bien en las elecciones regionales, y eso ha ido marcando un paulatino retiro. Votar por un movimiento local ha venido siendo parte del sentimiento regionalista. Además muchos partidos que suenan bien en Lima simplemente no tienen la infraestructura ni la gente para exportar su membrete.
Nótese que la idea de dar apoyo es algo menos que hacer una alianza. Lo cual marca el final del sistema franquicias que existía hasta ahora, consistente en el intercambio u ocultamiento de membretes, según la conveniencia. Bastantes elecciones regionales y municipales fueron ganadas de esta manera. Parece que ya no será así.
Uno de los motivos de esto es que el político local ha ido ganando aplomo en estos años, y algunos incluso asumiendo un evidente caudillismo. Lo cual incluye una percepción de su región como un coto propio, en el cual cuanto menos actuación de Lima mejor. De modo que ese apoyo ofrecido en varios casos no va a ser recibido, al menos abiertamente.
Sin embargo, la violencia que viene rodeando a la política en más de una región, producto a su vez de verdaderas avalanchas de denuncias a quienes ocupan cargos públicos, muestra que los políticos locales pueden tener serios problemas para mantenerse organizados como comunidad democrática. No es un espacio al que quieren entrar de lleno los partidos limeños.
El ganador del 2014 puede convertirse en un serio pasivo político para el 2016. Visto desde la región, el partido nacional con el que uno se asocie en el 2014 puede volverse un opositor post-2016, y complicarle la gestión al presidente regional. Probablemente Gregorio Santos nunca sospechó que un gobierno de Ollanta Humala le reprocharía su izquierdismo.
Vemos, pues, que las de octubre inevitablemente serán una elección-puente, y que pocas agrupaciones van a querer cruzar ese puente de la mano. Pero esta modalidad de bailar con el propio pañuelo va a fragmentar todavía más el voto en las regiones, otra de las causas del clima de desgobierno en esas circunscripciones.
De modo que si apoyo es menos que alianza, mucho menos todavía es la idea que los ganadores de octubre definan sus aproximaciones partidarias recién después de ser elegidos. O que simplemente vayan definiéndolas caso por caso, con el ojo puesto en sus intereses políticos inmediatos. Lo que se conoce como un agudo sentido de la oportunidad.