El comunicado de Unasur en apoyo de Nicolás Maduro no es el primero que emite esta organización. Lo que cambia un poco las cosas es el contexto. La crisis venezolana está más seria, la agresividad de Washington ha alcanzado un mayor nivel. Lo que sigue igual es la resistencia del organismo a reconocer la gravedad de lo que viene sucediendo en ese país, y por lo tanto la resistencia a actuar.
Comprensiblemente no le es grato a la América Latina que los EEUU asuman por su cuenta el liderazgo en la defensa activa de los derechos humanos y la institucionalidad democrática en Venezuela. Al actuar solo Barack Obama se ha expuesto a ser asociado con la sempiterna diplomacia del garrote. Parece, sin embargo, que Obama tiene otras preocupaciones frente al tema.
De otra parte todos los países de Unasur tienen firmados documentos colectivos internacionales, es decir tratados, que los comprometen a alguna forma de rechazo, o siquiera reproche, a lo que está sucediendo en las calles, las cárceles y la política de Venezuela. Sus menciones de la importancia de la paz y los derechos humanos no han bastado hasta aquí. No bastan ahora.
Por cierto que esta es una solidaridad mal entendida. No presionar por soluciones democráticas en Venezuela es acercar más a ese país al abismo de la anomia y la violencia. Si la presión estadounidense es ilegítima, como la considera el Unasur, el silencio cómplice frente a Maduro corre el riesgo de darle a esa presión más fuerza y plazos más cortos.
En lo esencial el apoyo de Unasur no pasa de ser una palmadita en la espalda. Pero contribuirá a mantener a Maduro en su vacilón autoritario, en su inmovilismo económico y en su esperanza de que los problemas de Venezuela se resuelvan solos. Pero la debacle de ese país comenzó muchísimo antes de que aparecieran las primeras sanciones de Washington.
Una parte de eso no es responsabilidad directa de Maduro, pues la crisis se generó en el dispendio petrolero dentro y fuera del país desde los primeros tiempos de Hugo Chávez. Pero la incapacidad para tomar mínimas medidas correctivas y asumir su costo, es toda de Maduro y su clique. Creyó que estaba heredando un negocio floreciente, y actuó en consecuencia. Todos los países del Alba han actuado con más sensatez.
Es frente a esto que los gobiernos del Unasur se vienen lavando las manos, probablemente convencidos de que la situación no los afecta, de que apoyar a Maduro no significa tomar partido, ni decidir. Pero en verdad eso los convierte en socios del desenlace que se produzca, y son pocos los analistas que consideran que este puede ser bueno.