Por: Miguel Palomino
La República, 3 de Mayo del 2023
“Hasta que Castillo llegó al Gobierno en el Perú, se podía ser más o menos optimista respecto al futuro del país. Se discutía cuánto podríamos crecer, pero nadie discutía que creceríamos…”.
La semana pasada el Instituto Nacional de Estadística presentó los resultados de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes) para el 2022. La Endes nos informa sobre la salud familiar de los peruanos a lo largo del año pasado. Es decir, cubre el año durante el cual todo lo relacionado a la salud dependía del Gobierno del profesor Pedro Castillo (menos el final del mes de diciembre). Usaremos la Endes como muestra de lo que antes hemos dicho: recién comenzamos a ver el costo para el Perú de haber tenido un Gobierno incompetente y deshonesto.
Desde que empezó la Endes en el 2009, la desnutrición crónica en menores de 5 años decreció todos los años (sí, hasta durante la pandemia en el 2020 y el 2021), excepto el 2022. En este último año la desnutrición aumentó. Casi lo mismo ha sucedido con la anemia en infantes entre los 6 y 35 meses de nacido. Si bien parte de la responsabilidad también es de los Gobiernos subnacionales, en los programas estatales que suponen alguna intervención activa del Estado (por ejemplo, que los niños estén con sus vacunas completas) en ningún caso se ha recuperado el nivel prepandemia.
Esto mismo es lo que ha estado pasando en las demás áreas de responsabilidad del Estado (educación, seguridad ciudadana, etc.). El costo de haber hecho nombramientos inauditos (a cambio de dinero o para cumplir cierta cuota de cercanía o ideología) ha sido terrible para un Estado que ya antes enfrentaba serias limitaciones en su accionar.
El Estado que nos dejaron Castillo y compañía es menor y menos hábil que cuando él comenzó. ¡El reto hoy es lograr alcanzar un Estado con el mismo nivel de ineficiencia que se tenía en el 2019!
Lo que resulta increíble es que a pesar de haber retrocedido en casi todas las funciones del Estado, nos la hemos arreglado para gastar más en hacerlo. ¡El presupuesto público es hoy 4% mayor que el del 2019 y esta cifra es ajustando por inflación! ¿Cómo hemos logrado eso? Malgastando los fondos escasos con los que cuenta el Estado.
Para asegurar los servicios del Estado a largo plazo va a ser más importante que se aseguren las fuentes de financiamiento. En eso también nos ha perjudicado Castillo.
Hasta que Castillo llegó al Gobierno en el Perú, se podía ser más o menos optimista respecto al futuro del país. Se discutía cuánto podríamos crecer, pero nadie discutía que creceríamos. Sin embargo, hoy en día vemos que después de haber sido durante 25 años el país con más crecimiento del continente y el que más redujo la pobreza, el futuro es muy incierto.
Esta incertidumbre lleva a que la inversión privada acumule tres trimestres en caída y si no se dan cambios importantes, esta contracción seguirá por el futuro predecible. La resiliencia de la economía peruana es grande, pero tiene un límite. No creamos que el crecimiento económico “llega solo”. No es así. El crecimiento económico es algo que se construye con mucho esfuerzo y en el largo plazo.
No nos equivoquemos y regresemos a crear las condiciones de los 70 y 80, cuando durante dos décadas nuestro país se empobrecía continuamente mientras los Gobiernos declamaban sobre la igualdad y los derechos en papel. Hoy parece una pesadilla, pero estamos recreando las condiciones para que lo mismo vuelva a suceder.
Los partidos políticos de “izquierda” que apoyaron y participaron del Gobierno de Castillo ni siquiera han hecho un mea culpa. No han cambiado un ápice su discurso pese al clamoroso fracaso. Los más “avanzados” dicen que se aplicó mal el “modelo”, que ellos lo harían mejor.
Los rostros de quienes proponen políticas fallidas siempre van a ir cambiando, pero lo que no cambia jamás es su esencia empobrecedora, una que insiste en quitar poder de decisión a las familias y acumularlo para sí mismos. Hoy las familias pagan los platos rotos de una pésima gestión.