Miguel Palomino
La República. 3 de setiembre del 2024
La productividad es algo sobre lo que hemos tratado desde diversos ángulos y siempre es un tema central para economistas y ciudadanos en general. La productividad en el largo plazo es la única forma de mejorar continuamente el bienestar. Es la única manera sostenible de reducir la pobreza.
Por lo tanto, cualquier cosa que afecte negativamente la productividad debería de importarnos muchísimo. Si el efecto es de largo plazo, entonces debería ser doblemente preocupante. Y si es algo que resultaría mucho más difícil de hacer si se posterga, entonces deberíamos alarmarnos muchísimo. ¡Es más, es algo que deberíamos emprender de inmediato!
Si además resulta que es relativamente barato combatirlo exitosamente, con resultados relativamente rápidos y que permanecerán en el largo plazo, entonces la pregunta sería ¿qué diablos estamos esperando?
Esta es la realidad de la anemia en el Perú. Un problema que tiene un gran efecto sobre la vida de miles de niños peruanos y, a la misma vez, sobre su productividad de largo plazo. Sin embargo, es relativamente fácil de combatir y tiene resultados en el corto plazo con efecto sobre el largo plazo.
¿Qué cosa exactamente es la anemia? Según la Real Academia de la Lengua Española, la anemia es un estado patológico producido por una disminución del contenido de hemoglobina en la sangre. Es decir, es una “enfermedad” (una patología) que es producida por la falta de hemoglobina, que es lo que lleva el oxígeno en la sangre y que juega un rol crucial para la formación del cerebro de los niños. Si un niño tiene anemia durante un periodo prolongado, resulta muchísimo más difícil y costoso (e incierto) tratar de revertir el daño hecho sobre su cerebro. En consecuencia, los niños con anemia no logran rendimientos educativos satisfactorios, lo que limita sus oportunidades en el futuro, a nivel laboral y de ingresos, entre muchas otras cosas.
¿Qué produce la anemia? La falta de hierro en la alimentación (hay algunas otras causas, pero son muy menores). ¿Cómo se contrarresta la anemia? La solución obvia es asegurar suficiente hierro en la alimentación. ¿Se puede hacer esto de forma barata y efectiva? Si, basta con unos simples agregados en la dieta, como lo son las “chispitas” que reparte insuficientemente el Ministerio de Salud, y/o que un alimento básico que comen la mayoría de las familias (por ejemplo, el arroz) sea fortificado con hierro.
¿Qué se requiere para una eficiente política contra la anemia? Algo que no debería faltarnos y no cuesta mucho, pero que lamentablemente resulta muy escaso: organización. La lucha efectiva contra la anemia requiere un grado de coordinación entre el sector público, que definirá los grandes objetivos, y el sector privado, que propondrá la manera más efectiva de lograrlos.
Queda claro por la discusión anterior que la manera eficiente de luchar contra la anemia (y todos los males que ésta causa) es la intervención temprana, reduciendo los casos de anemia infantil. Para el Perú, la cifra de anemia infantil entre los 6 y 36 meses de edad que nos da el INEI es de 43,1%. Esta cifra es gravísima, sin embargo, la cifra estaría algo inflada por una exagerada fórmula de ajuste de la hemoglobina en regiones de altura. Sin embargo, si tomamos en cuenta que cerca de un tercio de los peruanos vive en Lima, al nivel del mar, y que incluso en Lima se encuentra que un 34,5% de los niños entre 6 y 36 meses presentan anemia, es claro que el problema es muy grave. La cifra comparable de anemia en Puno es de 70,8% lo cual incluiría una importante sobrestimación, pero que para esta discusión no es lo más importante.
Debemos además distinguir entre la anemia leve, moderada y grave, porque la anemia leve es mucho más fácil de atender exitosamente con políticas públicas sencillas. En Lima no existe prácticamente la anemia grave (y en Puno afecta a menos del 1,7 % de los niños). Los casos de anemia leve en Lima, donde la insuficiencia de hemoglobina es menor al 10% del umbral y podría ser atendida más fácilmente, son dos tercios del total. Para el Perú, la cifra es de casi dos tercios e incluso en Puno, contando la sobrestimación, la cifra oficial indica que casi un tercio de los niños sufre de anemia leve y por lo tanto sería fácilmente atendible.
Para poner en perspectiva la importancia de la lucha contra la anemia, basta con señalar que sería probablemente el mecanismo más barato y efectivo para disminuir la pobreza en el largo plazo. Ahora bien, por supuesto que existen desde el Estado distintos esfuerzos por luchar contra la anemia, no es que el problema sea evadido. Seguramente algunos, quizás muchos, de los lectores han escuchado hablar de por lo menos uno de ellos, aunque no tengan claro exactamente qué hacen.
¿Por qué entonces no se les da la prioridad que el esfuerzo merece? ¿Por qué no está entre las principales promesas de todo partido político? ¿Por qué no escuchamos una discusión sobre cómo vamos en la lucha contra la anemia y no se conoce qué se está haciendo para combatirla?
Probablemente la respuesta es la misma que para muchas cosas que enfrentan un problema similar: un bien común sin nadie identificable como beneficiario. Aunque afecte a una enorme cantidad de peruanos, no hay nadie que se sienta suficientemente afectado (por desconocimiento o desidia) como para reclamar/protestar por ello. Así, los grupos de presión que sí están organizados acaban por atraer toda la atención de los políticos dentro y fuera del del gobierno mientras que la anemia no es atendida.
Para luchar contra la anemia es crucial mirar los ejemplos de otros países que han logrado combatirla con diferentes estrategias. Debemos estudiar y adaptar la mejor opción para Perú, sin excusas para no actuar. La anemia no solo es una amenaza directa al bienestar de miles de niños, sino también un obstáculo para el desarrollo del país. Combatirla es esencial para liberar el potencial de los niños y garantizar un futuro con más oportunidades. Cada esfuerzo para reducir la anemia es una inversión en un Perú más productivo y con un progreso sostenible.
En 2019, la Organización Mundial de la Salud situaba a Perú en el puesto 31 de 35 países de América en cuanto a prevalencia de anemia, una señal clara de que podemos y debemos mejorar. Esta es una oportunidad crucial para implementar planes piloto bien diseñados y modelados sobre la experiencia internacional, que nos permitan aprender y desarrollar las estrategias más efectivas y baratas para combatir este problema. Reducir la anemia no solo mejora la salud y el futuro de nuestros niños, sino que sí ofrece un espacio para que el Estado pueda actuar en beneficio del bien común con resultados de corto plazo que le reditúen una gran popularidad.
Si hay un gobierno en busca de popularidad, la mesa está servida.