Por: Miguel Palomino
La República, 31 de Mayo del 2023
“Lo importante es entender que sin inversión la población de un país se empobrecerá al mismo ritmo que aumenta su gente…”
Muchos lectores cuando escuchan hablar de lo importante que es la inversión para el empleo y el crecimiento piensan que esto es en gran parte un cuento para lograr el apoyo a medidas a favor de la inversión, que sería solo una justificación para que “se deje hacer negocios a los ricos”.
Nada más falso y aquí veremos por qué.
Imaginen un país en el cual durante años no se ha invertido nada mientras su población en edad de trabajar ha seguido creciendo. ¿Cuál sería la situación del empleo en dicho país? Los nuevos trabajadores tendrán que encontrar qué hacer con su tiempo y al no haber equipo nuevo (porque no hay inversión) tendrán que aceptar un salario más bajo o recursearse. Así, el empleo total crecerá.
Sin embargo, la calidad del empleo y de la vida en ese país estará cayendo permanentemente. Mientras más tiempo pase, más pobre será la población.
Sabemos por la historia del Perú de los 70 y 80 que el tiempo durante el cual un país puede empobrecerse es muy largo.
La calidad del empleo (la productividad, en términos económicos) y de la vida solo puede mejorar si mejoran los medios con los que un trabajador produce. Solo la inversión permite esta mejora en las condiciones de vida de un país.
La inversión puede tomar muchas formas, claro. Podrá ser en capital humano (alcanzando un nivel superior de educación para la población), en más maquinaria (para que un trabajador pueda producir más) o en tecnología (para que, usando mejor los recursos, un trabajador produzca más).
Lo importante es entender que sin inversión la población de un país se empobrecerá al mismo ritmo que aumenta su gente. ¿Por qué esto, que explicado así resulta sencillo de comprender, no nos lleva a todos a apoyar la inversión para mejorar nuestra productividad y con ello la calidad de nuestras vidas?
Una primera respuesta es que “invertir” suena a algo que hacen los ricos, no la gente común. Al pensar en inversión, lo que nos viene a la mente es una gran fábrica, mina o puerto, algo que, en resumidas cuentas, no hacemos nosotros.
Pero la inversión también es ese segundo piso que construimos en nuestra vivienda, esa fruta que compramos para venderla en el mercado, ese pequeño tractor para trabajar la chacra, esa camioneta que nos sirve para transporte o esa plata que utilizamos para que nuestra hija esté mejor educada que nosotros. En realidad, casi todos somos inversionistas.
Estimo que, entendida así, cerca del 50% de la inversión que se realiza en el país es a pequeña escala. Por ejemplo, a pesar de todos los edificios y centros comerciales que se construyen, cerca del 65% de la actividad de construcción de viviendas es lo que se llama autoconstrucción.
Una segunda respuesta es que los efectos de la inversión se confunden en el tiempo. La inversión tiene efectos duraderos y es difícil ver su efecto en un periodo dado. Pero, usando largos periodos de tiempo, los resultados son evidentes. Entre el 2004 y 2013, la inversión aumentó a un ritmo de 14% anual.
Del 2014 al 2019 (no quiero usar los años de pandemia porque serían desastrosos), la inversión en el Perú fue casi plana. En el primer periodo, el empleo adecuado en el Perú creció en 550.000 puestos de trabajo anualmente. En el segundo periodo, la cifra comparable fue de solo 250.000.
La inversión privada en el primer trimestre de este año cayó 12%, el tercer trimestre consecutivo de caída. Es urgente revertir esta tendencia. Si queremos que nuestros hijos vivan mejor que nosotros, necesitamos que la inversión crezca de manera fuerte y sostenida. Debemos apostar todos por el Perú.