Por: Miguel Palomino
La República, 12 de Abril del 2023
«Son muchas las razones, pero la principal es que se le ha hecho creer a la población que la minería no le da nada o, peor aún, que la minería es negativa para el desarrollo”.
Perú es el segundo productor mundial de cobre, con cerca del diez por ciento de la producción mundial. Como hemos podido oír en las noticias mundiales, se espera que la transformación hacia un mundo más libre de carbón se logre en gran parte utilizando más cobre. Este gran aumento en la demanda mundial llevaría a que el cobre tenga un precio bastante mayor al que ha tenido hasta ahora. Por ejemplo, la empresa especializada Goldman Sachs prevé un aumento de más de 50 por ciento en el precio a largo plazo, desde el precio actual, que ya es alto históricamente.
Esto debería ser una gran noticia para el Perú, ya que mayores precios del cobre llevan a mucho mayores impuestos. Para quien se moleste en calcularlo, con la producción actual de cobre, por cada dólar que aumente su precio se generan aproximadamente 50 centavos de dólar de mayores impuestos y contribuciones por las mineras. Este es sólo el efecto directo, al cual habría que sumar los importantes efectos indirectos.
Otro gran potencial es que el país que más puede elevar su participación en la producción mundial de cobre es el Perú. Tiene más proyectos de cobre viables que sus pares. En el 2011, Chile representaba el 33 por ciento de la producción mundial de cobre y Perú el 8 por ciento. Al 2021 las cifras eran Chile 27% y Perú 10%. ¡Lo que es más, la mayor parte de los yacimientos peruanos están en zonas en las cuales las actividades productivas son bastante limitadas, ofreciéndole a sus pobladores una inmensa mejora en la calidad de vida!
Además, con la actual tecnología minera y los elevados requisitos regulatorios ambientales, las minas serían, como corresponde, de clase mundial. Es decir, con manejo responsable del agua y deshechos, e interesadas en lograr el desarrollo de su comunidad. Estas distan mucho de ser la imagen de la minería antigua o del minero informal, que es el que parece tener buena parte de la población.
Pese a todo esto, el Perú alcanzó su máxima producción de cobre el año 2019. Desde entonces, entre bloqueos, invasiones y pandemias, la producción ha decaído. Es decir, nos estamos perdiendo una gran oportunidad que nos brinda el mundo para poner en valor nuestros recursos minerales y así desarrollarnos. Afortunadamente, la gran mina de Quellaveco entró a producir a fines del año pasado y, por eso, este año esperaríamos finalmente un aumento en la producción (si no hay más imprevistos).
Pero ahora que se puso en operación Quellaveco, no hay ningún proyecto grande en desarrollo. ¿Por qué? Son muchas las razones, pero la principal es que se le ha hecho creer a la población que la minería no le da nada o, peor aún, que la minería es negativa para el desarrollo. La narrativa fantástica de los antimineros hasta ahora ha triunfado sobre los hechos reales objetivos. Es curioso que gran parte de la población opine así y sin embargo uno de los anhelos de casi todos los que viven en el entorno de una minera es que alguien de su familia obtenga un empleo en ella.
Es decir, reconocen el tremendo beneficio que la minería ofrece a sus familias, aun cuando dicen que este no existe. Este problema se ve exacerbado por la falta de capacidad de los Gobiernos regionales y locales de traducir las millonarias transferencias por canon y regalías en obras que la población necesita.
Esperemos que el triunfo de los antimineros sea sólo temporal y que nuestra población comprenda los inmensos beneficios que se pueden derivar de ser un país rico en minerales. Nuestro desarrollo a futuro depende en parte importante de ello. No queremos ser siempre, como decía Antonio Raimondi, los mendigos sentados sobre un banco de oro (o cobre).