Miguel Jaramillo
El Comercio, 5 de abril del 2025
El problema no es registrarse, el problema es vivir todos los días en la formalidad. Mientras las cargas asociadas a ser formal no se racionalicen, la formalización no será más que un buen deseo.
A fines del año pasado Mibanco publicó un estudio llamado “Radiografía de la informalidad en el Perú”. El estudio, realizado por Ipsos, presenta información proveniente de una encuesta a microempresarios en zonas comerciales de las principales ciudades del país. La principal conclusión del estudio es que, cito, “contrario a la creencia, los micronegocios quieren formalizarse”. Puesto que soy de los de la “creencia”, quiero en las siguientes líneas rebatir dicho argumento.
El estudio es de interés, puesto que recoge información sobre un tema en el que hasta la fecha todas las políticas públicas han fracasado. Nunca antes en la historia del país hemos tenido tantos trabajadores en la informalidad. De hecho, las políticas privadas que han tenido éxito en fortalecer a las microempresas, por ejemplo, el crecimiento vigoroso de las microfinanzas, sector líder en la región, han sido efectivas en la medida en que han logrado eludir el tema de la informalidad, antes que enfrentarlo. En efecto, las empresas microfinancieras han hecho importantes innovaciones que les permiten evaluar a sus clientes con prescindencia de información sobre su estatus de formalidad. Por ejemplo, buscar a los clientes en sus centros de trabajo y allí recoger información sobre sus actividades, en vez de esperarlos en alguna oficina y pedirles que llenen formularios. De hecho, es probable que en alguna medida tener acceso al crédito y darle un buen uso lleve a algunos a formalizarse.
El estudio es similar a uno enfocado en el Cercado de Lima, que me tocó conducir hace unos años (“¿Existe demanda de formalidad entre las empresas informales?”). Las respuestas a las preguntas formuladas no han cambiado mucho. Los microempresarios encuentran más desventajas que ventajas en ser informales. Preguntados si quieren formalizarse: “¿le gustaría que su negocio sea formal?”, 47% responde que definitivamente sí y un 41% adicional que probablemente sí. La respuesta no sorprende, puesto que se trata de una pregunta casi platónica sobre una situación deseable. Además, tiene un fuerte componente moral: ¿prefieres vivir en la ley o al margen de la ley? Cuando se nos hacen preguntas con un contenido moral, sabemos la respuesta correcta. Esa supuesta preferencia, sin embargo, debe someterse a la prueba de la realidad. Esto es lo que hicimos en aquel estudio: les ofrecimos pagarles los costos de registrarse formalmente con la municipalidad y ayudarles en la obtención de la documentación necesaria, supuestamente las dos mayores barreras a la formalización.
Los resultados no dejan lugar a dudas: cuando se les hace el ofrecimiento, solo 1 de cada 4 microempresas lo aceptan. Así, para la mayoría de microempresas informales la formalización no es deseable a ningún precio. No es una “creencia”, es lo que la evidencia rigurosa nos dice. El problema no es registrarse, el problema es vivir todos los días en la formalidad. Mientras las cargas asociadas a ser formal no se racionalicen, la formalización no será más que un buen deseo que sucumbe ante la realidad.