Por: Martín Naranjo
Perú21, 18 de octubre de 2020
Quintín Quispe Tunqui vive en la comunidad Cuyo Grande, una comunidad de menos de 300 viviendas, cerca de Pisac, en la región de Cusco. Tiene un taller de carpintería, es agricultor y también cría ganado ovino. Para llegar a su casa desde Pisac, hay que ir por un camino de tierra afirmada, y aunque existe señal de telefonía móvil, fuentes de energía eléctrica y una posta médica en la misma comunidad, el hospital más cercano está a dos horas de camino. La seguridad de la comunidad no es gestionada por la Policía Nacional, sino por rondas campesinas. Quintín vive y trabaja a 3,500 metros sobre el nivel del mar, en los límites de las redes de infraestructura física y en los límites de las redes de protección social.
Para un banco, contratar con Quintín no es solamente un tema de apetito de riesgo; también es un tema muy relacionado a la escala y a los costos de operación, de entrega y de seguimiento. Para cualquiera es muy difícil contratar en los límites de las redes de infraestructura física y de protección social.
Para entender cualquier estrategia de inclusión financiera, es crucial comprender cómo se articulan las distintas redes que soportan el desarrollo de los sistemas financieros. Pocas personas confunden hardware con software; resulta muy simple distinguir entre un equipo y un programa. Entre un teléfono y una aplicación. En un caso se trata de algo físico y en el otro se trata de algo lógico. Así como un programa se ejecuta en un equipo, una red lógica necesita igualmente de un soporte físico. Los sistemas financieros son esencialmente redes lógicas de contratos financieros. Así, el problema de la inclusión financiera es simplemente el problema de la ampliación de esta red lógica hacia los sectores no atendidos.
Naturalmente, para ampliar el alcance de esta red lógica de contratos, también es necesario ampliar la red física que actúa como la plataforma que le da soporte.
Esta red física es la superposición de tres conjuntos de redes complementarias: (i) las redes de infraestructura física: caminos, energía, telefonía, Internet, etc., que definen los costos de transacción; (ii) las redes de protección social: escuelas, postas médicas, estaciones de Policía, juzgados, etc., que definen los riesgos de operación; y, finalmente, (iii) la tercera red de esta superposición de redes –la más importante y la que representa el factor más escaso– es la red de capital humano que las articula.
Mientras mejores sean estas tres redes complementarias, menores serán los costos y menores serán las tasas, más eficientemente se podrá lograr la inclusión financiera, más eficientemente se podrá transmitir conocimiento relevante y más fácilmente se podrá contratar con Quintín.
Pretender tomar atajos con topes a las tasas solamente puede racionar y, por esa vía, inhibir la inclusión financiera.
*Este es un resumen de un artículo originalmente publicado en la Revista Progreso en 2015.