Por: Mario Saldaña
El Comercio, 6 de Octubre del 2022
“No hay en el horizonte una inversión nueva […] que pueda lograr encadenamientos productivos”.
Volver a Arequipa y a un Perumin en forma presencial la semana pasada ha tenido un valor más emocional y de promotor de esperanzas que el de un punto de quiebre para el relanzamiento de la industria minera.
Salvo la activación de Quellaveco, no hay en el horizonte una inversión nueva lo suficientemente potente que pueda lograr encadenamientos productivos regionales virtuosos en todo sentido: empleo, ingresos fiscales, dinamización de los sectores comercio y servicios, etc.
Las operaciones grandes (como las ubicadas en el “corredor del sur”) siguen haciendo esfuerzos descomunales para darle continuidad a sus actividades. Las elecciones del pasado domingo, más bien, vuelven a proyectar dificultades con la designación de autoridades municipales anti-mineras.
Newmont ha detenido su proyecto de Sulfuros. Y ya las operaciones del norte tienen en la minería informal y la inseguridad sus principales amenazas.
Perumin ha vuelto a reiterar estas últimas: un Estado ausente en todos sus niveles, sin autoridad, legitimidad y capacidad de ejecución de los ingentes recursos que la propia actividad le provee a través del canon y las regalías; sectores de la población organizados por el impulso de obtener rentas y beneficios expeditivamente; y la altísima informalidad e ilegalidad minera a la que las dos anteriores amenazas le son absolutamente funcionales para seguir actuando con impunidad.
Roxana Barrantes, en una de las mesas, acotó algo esencial. Sin una política de Estado que incluya ordenamiento territorial, incorporación virtuosa de las comunidades de impacto directo e indirecto por la minería, otras actividades productivas relacionadas y, por supuesto, el rol de las propias empresas y del Estado, es difícil proyectar el desarrollo sostenible de la industria en el largo plazo.
Yo añadiría el factor financiero. Sin la creación de un fondo que permita estabilizar la proyección de ingresos de las zonas mineras vía canon, regalías u otros mecanismos, tampoco tendremos sostenibilidad. Y voy más allá: tampoco será posible ese sostén sin una reforma del proceso de regionalización que hoy mantiene la plata en el banco y las brechas sociales inalterables.
Ricardo Márquez me comentó sobre el éxito de las empresas comunales mineras en Pataz y en otras zonas. Ejemplo para seguir. No todo está perdido. A pesar de todo, seguiremos siendo mineros. Pero solo afrontando estas amenazas y echando a andar el cambio están las soluciones.
Si queremos otros resultados, busquemos otras vías. El statu quo actual ya no da para más.