Por: Mario Saldaña
El Comercio, 26 de agosto de 2021
Nos gusten o no, estos son el Ejecutivo y el Legislativo electos. El primero de ellos, en medio de varias dudas e irregularidades, pero es lo que hay.
Tal y como expresé en mi columna pasada (El Comercio, 12/08/21), tras un conflicto real al interior de Perú Libre (PL) y un amague de moderación hacia el centro de parte del presidente Pedro Castillo, que suponía –aparentemente– un alejamiento del ala cerronista, este ha decidido insistir con la estrategia confrontacional con la oposición, ahora sazonada con esta decisión provocadora de trasladar a los presos de alta peligrosidad de la Base Naval (empezando por Vladimiro Montesinos, pero sin decir una sola palabra sobre los jerarcas terroristas), y dejando abierta la opción de hacer lo propio con Alberto Fujimori, hoy en la Diroes.
Claramente el Gobierno afila sus lanzas y las muestra. Es más, me atrevería a pensar que lo de los traslados es el vuelto que hoy se cobra Vladimir Cerrón por la cabeza de Héctor Béjar, defenestrado hace muy pocos días. ¿Qué hay detrás de la decisión de Castillo? Que PL le asegura la firmeza de sus 37 votos congresales, la visita de Verónika Mendoza y su respaldo total (que, me adelanto en vaticinar, es y será de las peores, sino la peor, de las apuestas de la izquierda “no radical” del país y cuyo costo político/electoral no se hará esperar), y cierta tranquilidad que le brindan al profesor las opiniones tibias y dudosas de varios voceros de Acción Popular (“el peor partido”) y otros tantos de Alianza Para el Progreso en torno a que ven factible brindar el voto de confianza al Gabinete Bellido en pos de la “gobernabilidad”.
A estos últimos, a Somos Perú y al Partido Morado, va la siguiente la exhortación. Señores: es política y moralmente inaceptable entregarle la confianza a ese grupo liderado por el señor Bellido. Salvo tres o cuatro ministros, ninguna de las personas designadas cumple con la capacidad, cuenta con la experiencia ni reúne los requisitos, ni para ser ministro, ni para ser funcionario de quinto nivel en alguna dependencia pública.
No hay gobernabilidad alguna que este Ejecutivo filo-Movadef le pueda asegurar al país. Aludir demagógicamente “al pueblo”, al “Perú profundo”, a las “provincias olvidadas” frente a Lima y a “la argolla de siempre” como justificación de su existencia, no pasa de ser un recurso demagógico barato para tapar la realidad: incapacidad, desgobierno y, por supuesto, cruda y principal afectación a ese pueblo real que sufre por el alza de los precios y la falta de empleo, porque no existirá inversión seria bajo estas circunstancias.
Señores exhortados: salvo que haya una estrategia alineada y en bloque de toda la oposición por un objetivo mayor, no es momento de cálculos. Piensen en la democracia, en sus hijos y en el Perú, no en la quincena.