Como muchos, escuché por primera vez su nombre cantando “Liberaron a Mandela”, de Miki González. Con un contagiante ritmo aprendí que era un líder que estuvo 27 años prisionero por luchar contra la segregación racial en Sudáfrica.
Después de su liberación, en 1993, recibió el Premio Nobel de la Paz y en 1994 se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica para alegría de miles de afrodescendientes del mundo. Posteriormente, su discurso fue de reconciliación, paz, libertad, equidad y justicia, entre otros valores. Ha recibido aproximadamente cincuenta doctorados y su nombre está perennizado en monumentos, calles, museos y bibliotecas.
Además, diversas películas han contado su vida, convirtiéndolo en una celebridad mundial. En estos tristes días, en que todos vemos cómo poco a poco se va apagando su existencia, debemos preguntarnos por qué Mandela es un sujeto histórico digno de ser recordado en el mundo.
Algunos dirán que lo más importante fue su lucha permanente, su gobierno de transición preocupado por la reconciliación; otros enfatizarán su humildad al dejar todo cargo político para pasar al retiro en su aldea familiar.
Sin embargo, Mandela es mucho más que eso. Dejó de ser un líder de Sudáfrica para convertirse en un paradigma mundial, porque es un hombre que luchó por valores universales, más allá de los idiomas, religiones, creencias políticas e ideologías. Desde cualquier pueblo del planeta podemos entender su mensaje porque tenemos las mismas aspiraciones: vivir en un mundo con equidad, tolerancia y respeto para todos.
Pudo ser un nombre más en la larga lista de hombres y mujeres involucrados en acciones de resistencia armada en África.
Inclusive fue considerado terrorista porque dirigió el comando Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nación), el brazo armado del Congreso Nacional Africano (CNA), hecho por el que fue arrestado y condenado a prisión. Así se convirtió en el prisionero número 466/64.
Sin embargo, en la prisión cambió su postura inicial de apoyo a la violencia sin abandonar su lucha por una democracia justa y la eliminación del ‘apartheid’. Luego de su liberación y elegido presidente, cuando muchos de sus partidarios pensaron que establecería un Estado dirigido exclusivamente por sudafricanos negros, Mandela sorprendió al mundo porque inició un proceso de reconciliación nacional basado en el arrepentimiento para lograr la justicia, el perdón y la convivencia interétnica.
La democracia iniciada por Mandela se construyó sobre la firme creencia de que una sociedad no puede vivir del odio y del rencor, pero tampoco sin arrepentimiento, sanción a los culpables y perdón, ideales reflejados en la labor de la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Sudáfrica, que inspiró a otras, como la nuestra.
En países como el nuestro, Mandela nos diría que necesitamos el arrepentimiento y el perdón para empezar de nuevo sin exclusión, injusticia y diferencias.
Por eso es universal. En sus palabras: “Ser libre no es solamente desamarrarse las propias cadenas sino vivir en una forma que respete y mejore la libertad de los demás”. Adiós, Madiba, cumpliste con tu tarea de enseñarnos que sí es posible un mundo mejor.