Por: María Isabel León
Correo, 24 de enero de 2021
A través del portal “perusiempre.com”, se conoció el registro de hasta 600 iniciativas solidarias del sector privado que recaudaron 600 millones de soles en apoyo a las familias más vulnerables durante la pandemia. Al analizar esta data, Rolando Arellano, doctor en Marketing Cuantitativo, destacó que cerca de 18 millones de personas han recibido ayuda humanitaria desde el sector privado.
Organizaciones empresariales, como la que tengo el honor de representar, pusieron en marcha desde el inicio de la crisis, la activación de distintos fondos de emergencia para la compra de equipos e insumos médicos, abastecimiento de agua potable, distribución de alimentos y bonos dinerarios, recibiendo la respuesta inmediata y solidaria de cientos de empresas de todos los tamaños y sectores.
Siempre se dice, infundadamente, que los peruanos no somos solidarios. Pero, al analizar comparativamente las donaciones realizadas por empresas norteamericanas a la población afectada de su país versus las producidas en el Perú, encontramos que las empresas peruanas donaron cuatro veces más que el sector privado estadounidense, una clara muestra de que nuestras empresas son más solidarias dentro de sus capacidades y radio de acción.
Por ello, afirmaciones sesgadas, injustas e ideológicas como las que hemos escuchado en los últimos días, ante el financiamiento del sector privado al transporte aéreo de las primeras vacunas chinas que llegarán al Perú contratadas por el Estado, señalando que estas se producen para obtener alguna “ventaja posterior”, no solo son injustas sino que además, desnudan la naturaleza y tiranía del pensamiento que debemos desterrar en nuestro país: el de la desconfianza generalizada.
Así como hay que condenar y repudiar los actos ilícitos, donde quiera que estos se produzcan, también hay que destacar en voz alta lo positivo, separar la paja del trigo. Enfrentar una pandemia, requiere de acciones colectivas y que seamos solidarios.
No podemos interpretar cualquier gesto como un acto hostil que buscará un beneficio oculto. Como presidenta de CONFIEP, doy fe de la voluntad de cientos de empresas y empresarios por poner el hombro y ayudar, cifra que largamente supera la de aquellos que pudieran haber actuado de manera ilegal, de mala fe o equivocada.
Los ciudadanos del siglo XXI debemos construir confianza y futuro. La democracia nos permite, en virtud a nuestra libertad, la posibilidad de señalar lo que no funciona o es perjudicial y cambiarlo y mejorar. Enfrentar a los ciudadanos con los empresarios, a través de afirmaciones totalitarias y sesgadas, es una forma marxista de dividir a la sociedad