Por: María Isabel León
Correo, 20 de diciembre de 2020
Karl Mannheim, señaló años atrás que “… los jóvenes que experimentan los mismos problemas históricos concretos, forman parte de la misma generación”. Haciendo un recuento de mi generación, me encuentro con que estamos clasificados como Generación “X”; padres de los actuales millennials y de la generación “Z”.
Mi generación no solo fue catalogada como aquella con “tendencias empresariales”, sino que vivió expectante la llegada del internet, sobrevivió la aparición del sida, fue espectadora de la caída del Muro de Berlín y vivió una mixtura de crisis difíciles, como la nefasta dictadura militar de Velasco Alvarado y su aventura estatista-empresarial que nos hundió en pobreza y sub desarrollo; el surgimiento de Sendero Luminoso y del MRTA; crisis políticas y corruptas de todos los colores y ahora, Pandemia por COVID 19.
Una generación soñadora y resiliente que se esforzó para sacar nuestro país adelante, para aligerar el camino de nuestros hijos, para recuperar nuestra economía, generar recursos para nuestros gobiernos y mejorar la calidad de vida de nuestras familias.
Somos los que hicimos cola para comprar un litro de leche, los que tuvimos que pagar miles de soles por una línea telefónica, los que padecimos la voladura de torres de electricidad, coches bomba, cortes de luz, toques de queda y demás. Literalmente, una generación esforzada, que rescató al país de la bancarrota para convertirlo en un país con crecimiento, que en el ámbito internacional llamaban el “milagro peruano”.
Sin embargo, y a pesar de que los tiempos nos llevan hacia una vida con más facilidades, con estupor contemplamos cómo se trata de derrumbar todo aquello que con mucho esfuerzo ayudamos a crear desde la década de los 90.
Hoy, pareciera que tenemos más libertad, pero menos felicidad; consumimos más y disfrutamos menos; tenemos más información, pero mayor confusión; estamos todos conectados pero cada vez más solos. Tenemos más tolerancia con muchas cosas, pero menos respeto; exigimos a gritos nuestros derechos, pero olvidamos respetar los derechos de los demás.
Con orgullo, podemos decir que somos la generación que rescató a este país del desastre, que abrió el camino para vivir en un país con mejores oportunidades para todos y que no permitirá que ninguna coyuntura nos desanime.
Seguiremos luchando, entrelazados con fortaleza a nuestros hijos, quienes nacieron en una generación con retos distintos, nativos del internet, la tecnología y los medios sociales, hoy bautizados como del “bicentenario”, a quienes les toca la enorme responsabilidad de seguir construyendo sobre estos cimientos que les legamos, sobre la base de nuestras familias y conquistar así, un mundo que siempre puede ser mejor.