Por: Marcos Ibazeta Marino
Expreso, 13 de setiembre de 2018
Expreso, 13 de setiembre de 2018
El mundo está convulsionándose tanto en lo político como en lo económico y parece que en nuestro país nadie se percata del problema que más temprano que tarde nos alcanzará, frente a cuyas consecuencias negativas, como siempre, no tendremos respuestas oportunas y eficaces, de modo que, por la imprevisión histórica de nuestros gobernantes, las crisis terminan haciéndonos mucho daño en todos los ámbitos.
Parecería que el Ejecutivo considera que un buen gobierno consiste en hacer consultas a la población sobre reformas que todo el mundo quiere y, por lo tanto, no necesitan de consulta alguna sino de acciones concretas que deben desarrollarse de acuerdo a un plan estratégico muy coherente en lo interinstitucional en armonía con las posibilidades presupuestarias que, por ser escasas, deben gerenciarse adecuadamente, paso a paso, los cambios para garantizar una sólida construcción institucional.
Mientras no se apruebe un plan general de reforma con objetivos claros y precisos y planes específicos de desarrollo de cada escalón del programa general para construir el edificio organizacional de modo integral y con mucha solidez. Nada de esto existe porque solo conocemos de una propuesta de reforma normativa que no tendrá efecto alguno si no se hallan operadores que sepan conducir el proceso, internos y externos, que tengan cierta capacidad de liderazgo pero también de ideas de cambio.
Este debate se está produciendo en un ambiente político enrarecido en el cual, cada día que pasa, parece que la confrontación entre Ejecutivo y Legislativo se ahonda sin remedio.
No entendemos a título de qué el Presidente sigue manejando la opción del cierre del Congreso sin darse cuenta que no tiene partido político, que se halla en una total orfandad en sustento social y organizativo, que no cuenta con un aval de las fuerzas del orden, en cuya virtud cerrar el Congreso significaría otro golpe institucional que tanto se le criticó a Fujimori que, en este caso, convertiría al presidente Vizcarra en prisionero de algún sector no necesariamente afecto a la democracia; pero un prisionero fácilmente prescindible.
Aunque el Presidente proclame que él está abierto al diálogo con todos, ha cometido el gran error de reunirse con el expresidente PPK y sus adláteres a sabiendas que las investigaciones por corrupción le alcanzan, con lo cual ha desnaturalizado su pretensión de destitución del fiscal de la Nación porque da la impresión de que tal lucha no tiene sino como objetivo blindar a alguien.