Marcial García
Junio 2020
Socio de Impuestos de EY Perú
La minería pasa por un momento complicado por el mal manejo de la crisis del Covid-19. A diferencia de otros países -como Australia, Canadá y Chile- donde esta actividad fue declarada esencial y no se detuvo, en el Perú solo se permitió la continuidad de las operaciones consideradas «críticas» durante la mayor parte de la cuarentena.
La desmovilización de la fuerza laboral y la falta de insumos clave por las restricciones impuestas por el Ejecutivo obligaron a muchas minas a dejar de producir y eso se ha visto reflejado en las cifras del sector; solo en abril la producción de cobre bajó en 33,4%, de oro en 53,5%, de zinc en 86,3% y de plomo en 84,1%. Estos productos representan más del 90% de la producción minera nacional y de las exportaciones mineras, por lo que se espera una contracción del PBI minero de entre 12% y 15% para este año.
La disminución de los volúmenes producidos provocó, a su vez, una caída de las exportaciones de minerales de 57% en el cuarto mes del año, siendo los más afectados el cobre con un descenso del 61% y el oro que cayó 50%. En tanto, la recaudación proveniente de este sector se redujo en 42% y la inversión minera 39% frente al mismo periodo del 2019.
Recuperar el paso en la actividad depende de factores externos que no controlamos, pero también de lo que hagamos, o dejemos de hacer localmente. En el primer caso, es alentador que China, lugar donde se originó la pandemia y uno de los principales consumidores de metales del mundo, esté paulatinamente volviendo a la normalidad y reavivando su economía. La expectativa de una mayor demanda está estabilizando los precios de los metales básicos. Incluso el cobre ya bordea el valor que tenía a inicios de marzo.
En el frente interno, la tarea principal y urgente es retomar cuanto antes los niveles de producción pre-Covid, así como reanudar la construcción de proyectos iniciados como Quellaveco. En esa misma línea, es más importante que nunca impulsar nuevas inversiones mineras y, para ello, debe buscarse una solución definitiva a problemas bien conocidos: las trabas burocráticas y los conflictos sociales. El esfuerzo debe traducirse en medidas concretas que permitan reactivar proyectos como Conga y Tía María, que podrían dinamizar la economía.
Lograr esto, desde luego, no es fácil. Dentro del Gobierno hace falta convencerse de que ese es el camino más corto hacia la recuperación económica. Para ello, en lugar de mirar al costado, debe tender puentes que permitan a las empresas, comunidades, gobiernos regionales, municipios y otros stakeholders salir del entrampamiento en que se encuentran.
Resolver los principales obstáculos que las mineras enfrentan es un asunto que también debe ser parte del debate en la campaña para las elecciones generales del 2021. En un contexto de recesión económica profunda, no podemos darnos el lujo de pasarnos otros cinco años contabilizando proyectos paralizados. La minería, después de todo, sigue siendo una de las actividades económicas que más recursos aporta al Estado.
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