Por: Maite Vizcarra
El Comercio, de setiembre del 2023
“Es fundamental empezar a consumir lo digital con una clara consciencia crítica que suponga contrastar y cuestionar lo que escuchamos, leemos o vemos”.
En el mundo de las redes sociales, de la digitalización y de los ahora más populares canales informativos vía YouTube –streaming–, hay algunos términos y palabras que se vuelven usos y costumbre. Una de ellas es el adjetivo “pro”. Aunque, con más precisión, ser alguien “pro” alude a quien no es un amateur, sino alguien ‘pro-fesional’ o pro-activo en el mundo de los videojuegos y los deportes electrónicos (‘e-sports’).
Ser alguien ‘pro’, en una acepción más amplia, es ser alguien que no se deja embaucar fácilmente y que se adelanta. Si bien el término es de uso más extendido en poblaciones jóvenes, creo que también podemos aplicar el término a la imperiosa necesidad de ser cada vez más ‘pro-fesionales’ en nuestro consumo de contenidos digitales.
Y es que hoy, ante la fragmentación y la polarización que las plataformas producen, es claro que nos hallamos ante escenarios de potenciales manipulaciones invisibles y poderosas sugestiones que nos obligan a ser ‘pro’ en la escogencia de a quién decidimos escuchar en las redes sociales y, más aún, de a quién le damos el premio de nuestra audiencia.
Por ello, es fundamental empezar a consumir lo digital con una clara consciencia crítica que suponga contrastar y cuestionar lo que escuchamos, leemos o vemos. Ser inocente ya no puede ser una opción. Se hace imperativo adelantarse y asumir que hoy casi todos los que opinan en los informativos locales lo hacen en base a sus sesgos y que, por ello, no siempre nos cuentan una realidad neutral, sino más bien una muy coloreada por sus idiosincrasias políticas.
Esta realidad nos lleva a asumir que hoy la posibilidad de escuchar opiniones distintas a la nuestra sea una empresa muy venida a menos y casi proscrita. Esta realidad es en verdad lo que también podemos calificar como una polarización extrema o un reduccionismo binario que se resume al “conmigo o contra mí”.
Tal vez todo esto no sea una novedad. Tal vez sea la nueva realidad a la que nos vamos a enfrentar de aquí en adelante y que nos condenará al consumo de opiniones dentro de una u otra burbuja.
En este contexto, las noticias editadas tendenciosamente serán el pan de cada día, de manera consciente o inconsciente. Y esto es algo sobre lo que debemos tener un amplio discernimiento. Por ello, es imperioso darse la libertad de matizar y combinar lo que consumimos en Internet desde distintos canales y variedades.
Hace una semana, hacía énfasis en esta columna de otro hecho que es una realidad cada vez más innegable: los tiempos en los que un solo medio de comunicación tenía la hegemonía absoluta para influir en la agenda pública ya no existen más, pues la digitalización nos enfrenta ante múltiples y diversas audiencias, diseminadas en distintos canales.
Esa pérdida de hegemonía favorece el advenimiento de múltiples contenidos y de la fabricación de corrientes de opinión sesgadas, y una sutil manipulación que nos tiene que llevar a ser más críticos y ‘pro-fesionales’ en nuestro consumo de noticias.
De ahí que, si hace una semana comentaba que la influencia hoy es definida no en función del volumen de la audiencia a la que llegábamos, sino en función de las veces que se repetía nuestro contenido, hoy debo completar el análisis y la recomendación indicando que la mejor forma de informarse bien es escuchando opiniones discrepantes.
Nunca la duda metódica tendrá más utilidad que hoy, en un mercado de ideas tan reducidas al blanco y negro, sin matices.
Por ello, encontrar opciones que se muevan en el blanco, en el negro y en los grises, más que una señal de tibieza, es una señal de versatilidad que le pueden ayudar a ampliar la línea de vista. Buscar las opciones versátiles, eso sí que es ser pro.