Maite Vizcarra
El Comercio, 24 de octubre del 2024
Los futurólogos, una suerte de nuevos demiurgos, van a ser más valorados en los próximos meses en el país cuanto menos tiempo reste para el superaño electoral 2026.
Hay entornos y países que son más difíciles de prever. Lugares en los que la incertidumbre es pan de cada día y ello obliga a que se valoren más ciertas habilidades en detrimento de otras. Incluso en esos espacios es probable que se demanden perfiles novedosos como los del futurólogo o prospectivista. Y, como van los tiempos en el Perú, es probable que antes ya haya escuchado usted mencionar tales términos.
El concepto no es nuevo, pero no es hasta la década de los 40 del siglo pasado que el alemán Ossip Flechtheim acuña el término ‘futurología’ para el estudio del futuro. Desde entonces, esta ciencia de la probabilidad se ha aplicado en distintos campos de la investigación y ha dado pie a libros, películas y otros formatos de ficción.
La prospectiva o futurología quiere entender el hoy y aspira a adivinar qué ocurrirá en el futuro. Teniendo en cuenta la información disponible y los antecedentes relacionados con el campo de estudio, se pueden elaborar distintos escenarios para facilitar la toma de decisiones. Decisiones que tal vez influyan precisamente en ese futuro al que queremos adelantarnos.
También es cierto que hace años la profesión de futurólogo ha dejado de ser sinónimo de esoterismo para convertirse en una práctica con bases científicas. O, mejor dicho, estadísticas. Números, datos, mapas y modelos predictivos. Y hoy, además, gracias a la inteligencia artificial (IA), la posibilidad de proyectar escenarios es más factible. Existe, además, una vinculación intuitiva entre el futuro, su predicción y la tecnología, y por ello se suele pensar que la gente ‘techie’ o vinculada a la tecnología está más apta para otear el futuro.
Sin embargo, el objetivo final del futurólogo no es averiguar qué ocurrirá. Más bien, se trata de ofrecer posibles futuros para que los interesados sean capaces de responder a los cambios y a las necesidades de cada situación. Los futurólogos, una suerte de nuevos demiurgos, van a ser más valorados en los próximos meses en el país cuanto menos tiempo reste para el superaño electoral 2026.
Y, en esa labor, habría que comentar que, gracias a los esfuerzos de un equipo de científicos de datos peruanos –expertos en el tratamiento de datos digitales– afincados en Arequipa, Washington y Colombia, tuvimos hace una semana la oportunidad de presentar una primera versión de una plataforma que, basada en IA, hará posible que los ciudadanos puedan predecir conductas y escoger mejor las opciones menos nocivas de candidatos a cargos públicos en el 2026.
La herramienta llamada RTC –por ahora–, en alusión a su vocación por erradicar a personajes con cuestionamientos legales del mundo de la política, puede volverse un futurólogo, para lo cual sugiero seguir de cerca esta iniciativa que viene siendo promovida por distintas instituciones como Ipys, Proética, Empresarios por la Integridad y Transparencia. Se trata de que usted y sus conocidos usen este Radar de Tolerancia Cero –con los corruptos– en breve y con el auspicio de un equipo que tengo el gusto de apuntalar. Atentos, entonces.