Por: Maite Vizcarra
El Comercio, 4 de Mayo del 2023
“Ayer se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa, piedra angular de las sociedades libres, y, si bien se suele identificar este asunto con la libertad de información –crearla–, lo cierto es que su correlato más importante es la libertad de pensar de manera amplia y libre”.
Dos tercios de los navegantes de Internet en el mundo residen, según el Open Data Institute (ODI), en países donde se censura la crítica al gobierno, y el 27% de los navegantes vive en naciones donde la publicación, difusión o apoyo de opiniones contrarias a la administración son delitos.
Estados tan distintos entre sí como Turquía, Brasil, Egipto, la India o Uganda han impedido a los usuarios la entrada a la web en alguna ocasión cuando la situación era negativa para sus mandatarios.
Es innegable que la tecnología digital ha supuesto un cambio dramático en muchas de nuestras facultades civiles, aunque la mayoría de las personas no termine de entenderlo del todo. Por ello, no es una exageración decir que saber usar la digitalización equivale a tener una suerte de superpoder. La digitalización amplía todo e Internet amplía el ancho de banda de la democracia a través de las libertades humanas redefinidas.
El ejercicio de la libertad de expresión no tiene por qué ser la excepción. Internet constituye hoy en día la fuente principal de difusión de ideas e informaciones, el mayor mercado del mundo para intercambiar ideas, opiniones y productos digitales de toda índole.
Ahora bien, este superpoder no discrimina y, por ello, también empodera a quienes buscan dañar el equilibrio y –definitivamente– lo que mejor caracteriza a las democracias modernas: el ejercicio amplio de facultades cívicas.
En esta línea, pensemos en el papel que jugó la empresa Cambridge Analytica en la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses del 2016 y que claramente limitó los derechos de muchos estadounidenses de votar libremente por su candidato a presidente. Y todo ello gracias a la información que se había recolectado a través de Facebook sobre los perfiles de millones de usuarios mediante técnicas basadas en inteligencia artificial (IA).
Conviene entonces preguntarse qué va a pasar concretamente con la libertad de expresión y con su correlato, la libertad de pensamiento, en tiempos de softwares conversacionales –como Chat GPT– y de la IA.
Una primera aproximación intuitiva nos hace pensar que esta tecnología nos puede ayudar a ‘limpiar’ mejor las redes sociales de troles y cuentas falsas usando algoritmos de identificación muy precisos con los que desenmascararemos a los manipuladores. Y eso ya lo ha hecho Elon Musk en Twitter, ahora que controla esa empresa. Sin embargo, este tipo de acciones también podrían limitar el intercambio de ideas al potenciar los sesgos, pues la presencia de falsos positivos –falsas percepciones de comentarios gravosos– es todavía una realidad en la IA.
A idénticas conclusiones llegaremos si analizamos el complejo fenómeno de las ‘fake news’, o noticias falsas, que inundan Internet y que conducen a la desinformación del individuo. O si pensamos en el poder que los robots ‘influencers’ –cuentas simuladas de personas usando inteligencia artificial– tienen entre sus seguidores quienes, según los expertos, son capaces de generar más confianza hacia ellos que hacia las personas reales.
Ayer se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa, piedra angular de las sociedades libres, y, si bien se suele identificar este asunto con la libertad de información –crearla–, lo cierto es que su correlato más importante es la libertad de pensar de manera amplia y libre. Y es ahí donde aparecen las dudas sobre los modos en los que la IA puede influir en nuestra manera de pensar y ya no solo sobre lo que consumimos como información.
¿Hay alguna forma de salvarse de las manipulaciones y narrativas falsas? Pues sí. Ese es el papel de nuevos personajes en la red que poco a poco empezarán a perfilar más su contribución: personas que seleccionan, valoran o ponderan la información. Sí, personas expertas en ‘curar’ información. Y ojo que no se trata solo de periodistas, sino de especialistas en gestionar la información en la web. Búsquelos o conviértase en uno, pronto.