Maite Vizcarra
El Comercio, 6 de febrero del 2025
Una guerra entre las dos potencias globales más relevantes de estos tiempos, que no solo es comercial, sino y sobre todo tecnológica.
Parece inverosímil que el lanzamiento de la potente inteligencia artificial de China, DeepSeek, goce de tanta atención del presidente Donald Trump, al punto de haber tenido que instar a las ‘big tech’ estadounidenses a no dejarse madrugar en la carrera por el dominio de esta tecnología. Pero sucede que estamos en un contexto, al que ya varios analistas como el prestigioso presidente de Eurasia, Ian Bremmer, han calificado de guerra.
Una guerra entre las dos potencias globales más relevantes de estos tiempos, que no solo es comercial, sino y sobre todo tecnológica. De allí que en el futuro veremos con más recurrencia hablar a Trump sobre tecnología, y sobre todo de inteligencia artificial (IA).
En esta reedición de la Guerra Fría 2.0, el recurso esencial con el que los dos titanes se disputarán la primacía global es sin lugar a duda la IA y por ello están colocando todas sus balas al desarrollo de este disruptor. Proyectos como el millonario centro de inteligencia artificial en Texas, llamado Stargate, o el reciente lanzamiento chino de la supereficiente DeepSeek son los respectivos guiños que cada contendor se está dando entre sí. Y de refilón, al mundo entero.
Sobre Stargate, hay que decir además que es la apuesta tecnológica más ambiciosa de Trump que no solo busca ganar la guerra, sino también apoyar la reindustrialización de Estados Unidos, mejorar la empleabilidad, al tiempo de proporcionar una capacidad estratégica para proteger la seguridad nacional de ese país y el de sus aliados.
Este contexto, está obligando a que países vecinos en la región se enfoquen en definir qué papel quieren tener en el medio de esa guerra, para no quedarse en ‘outside linebacker’. Entonces, ¿qué impacto puede tener la IA en América Latina? Un reciente estudio del Cenia, el centro nacional de inteligencia artificial de Chile, ha mostrado que lo que más le preocupa al sector productivo de ese país, por ejemplo, es el impacto que la IA tendrá en el empleo y en la intensificación de las brechas digitales.
¿Qué está haciendo nuestro vecino sureño para capitalizar mejor la IA? Por lo pronto, ya cuentan con el Cenia. Además, han convocado al sector privado reunido en pleno en una instancia de futuro, la denominada Fundación Chile, para identificar acciones concretas que definan cómo debe ser la eminente reconversión laboral que llegará tarde o temprano por estas tierras como derivada del auge de la IA. Pero el consorcio Cenia/Fundación Chile no solo está mirando el presente laboral, también están priorizando la educación y una inclusión inteligente de la IA en todos los ámbitos educativos. Es más, considerando que nuestro vecino del sur tendrá elecciones en noviembre próximo, la Fundación Chile ha instado a los candidatos electorales a que expliquen qué planteamientos tienen en torno a la IA y su impacto social.
Otro discurso hay por allá. Otras prioridades, me dirá usted. Y así es.
Pero como la tecnología digital es una suerte de superestructura –como dirían los marxistas– que lo abarca todo, y de la cual nadie puede escapar, tal vez podríamos pensar, sin ser muy ambiciosos, en armar algo como una Fundación Perú, que represente al sector privado, grande y pequeño; que pueda apuntalar acciones claras sobre qué haremos con la IA. De lo contrario, se afianzará nuestra fragilidad global, y baja competitividad, cada vez más dependiente de los vaivenes de otros.