Por: Maite Vizcarra
El Comercio, 23 de Marzo del 2023
“Hoy todos, por efecto de la tecnología, estamos obligados a ver la educación como un proceso continuado, en donde la capacidad de seguir aprendiendo es mandatoria”.
Navegando en YouTube encontré una entrevista de Moisés Naím a uno de los innovadores más disruptivos del momento, Scott Galloway, quien llama la atención por considerar que Estados Unidos está empezando a dejar de ser ‘una sociedad relevante’.
¿Qué es una sociedad relevante? Galloway explica que una nación es relevante en la medida en que satisface las expectativas de vida de sus ciudadanos y, de esa forma, permite que en conjunto el grupo humano se convierta en un referente global. Agrega que su país ya no es relevante porque la educación ha entrado en un serio proceso de deterioro.
Seguramente usted está pensando que este ‘entrepreneur’ está exagerando, pero no es así. Un hecho destacado en el análisis es que en Estados Unidos los niveles de ingreso a centros de educación superior han decrecido enormemente –por ejemplo, hace 30 años ingresaba a la Universidad de California el 76% de aspirantes, hoy tan solo lo hace el 11%–, y en cuanto al acceso a centros de formación técnica, si se compara con Alemania, solo el 5% de personas tiene algún tipo de certificación técnica en comparación con el 50% del país europeo.
Pero lo más dramático es que, como consecuencia de lo antes explicado, la educación básica de Estados Unidos no tiene buenos maestros.
Volviendo al Perú, en el programa “Diálogo abierto” tuve la oportunidad de entrevistar a tres expertos en temas educativos que coincidieron en que la educación básica en el mundo ya no es la misma a consecuencia de la pandemia del COVID-19.
Esa educación pospandemia afectó no solo a los estudiantes, sino también a los maestros –de acuerdo con Paul Neyra, uno de los expertos invitados–, y todo indica que para bien. Los estudiantes peruanos han logrado niveles de autonomía en sus aprendizajes gracias a la irrupción abrupta de la digitalización, lo que implica que el papel del maestro ya no puede ser más el de aquellos personajes que tenían la verdad revelada en sus manos. Las clases maestras deben extinguirse lo más pronto posible.
A su vez, los maestros lograron construir algunas capacidades básicas muy intuitivas respecto de su relación con lo digital. Durante el confinamiento por la pandemia se generaron miles de grupos de práctica y conocimiento en WhatsApp, en los que los maestros peruanos compartían sus experiencias en el desarrollo de sus clases virtuales, sus temores y, también, sus buenas prácticas.
La pandemia nos trajo la presencia de miles de recurseros digitales en la escuela. Hasta aquí las buenas noticias. Ahora pongamos las señales de alerta en algo que preocupa, y es que los maestros –esos mismos que compartían conocimiento en grupos de práctica digitales– han vuelto a temer a la tecnología y a los espacios digitales para volver a las clases a la antigua (‘old school’), según comentaba la exviceministra Killa Miranda en aquella charla televisiva.
Esta semana empezó el período escolar 2023, aunque de manera progresiva debido a los desastres naturales recientes. Este es, además, el segundo año de educación presencial, y es por ello crítico volver a definir qué tipo de educación se merecen los peruanos para que sea relevante para su propia vida. Y tal vez la piedra de toque sea cómo hacer para tener un nuevo perfil de docentes, acorde con los nuevos tiempos. O, mejor dicho, cómo hacer para no perder todo lo que nuestros docentes aprendieron en la pandemia.
Una probable solución a esa demanda tal vez se encuentre en un hecho fáctico que el exministro Jaime Saavedra –uno de esos tres expertos mencionados– comentaba: la educación hoy ya no es una meta que se alcanza y que culmina. Hoy todos, por efecto de la tecnología, estamos obligados a ver la educación como un proceso continuado, en donde la capacidad de seguir aprendiendo es mandatoria. Ojalá que sea más mandatoria si se trata de quienes cultivan el futuro de nuestro país: los maestros.