Maite Vizcarra
El Comercio, 12 de setiembre del 2024
La inteligencia artificial vino para quedarse y más temprano que tarde se convertirá en un aliado clave en varias tareas de la vida diaria.
Preguntar siempre ha sido un arte, quizás la parte más relevante de cualquier ejercicio de creación intelectual. La conversación, que es probablemente el acto más humanizador que existe, es para nosotros, las personas, la principal forma de aprendizaje. Es más, la historia de los grandes pensadores nos demuestra que las preguntas son más importantes que las respuestas. Del mayor de todos ellos, Platón, aprendimos que no hay ejercicio intelectual más importante, ni que nos aproxime más al conocimiento, que la mayéutica. Es decir, el saber preguntar.
Hoy, en pleno siglo XXI, el arte de saber preguntar se está convirtiendo en la habilidad más necesaria de perfeccionar, ya no solo para mejorar la interacción entre nuestros congéneres, sino, sobre todo, para sacarle provecho a esos repositorios de información y eventualmente de conocimiento que son las plataformas de IA generativa.
No en vano, una de las nuevas habilidades que está empezando a demandarse más en el mercado laboral por el mundo es justamente la de saber formular de manera adecuada todas las preguntas necesarias y las veces que se requiera –iteraciones– a los ‘softwares’ conversacionales del tipo Chat GPT. En ese mundo, saber preguntarle, digamos, al Chat GPT, se denomina formular un ‘prompt’. Y un ‘prompt’ no es otra cosa que las consultas escritas o verbales que le hacemos a la IA.
Saber formular adecuadamente un ‘prompt’ o saber preguntarle a la IA es lo que están solicitando, por ejemplo, empresas del mundo de la tecnología e innovación, agencias de medios y publicidad, centros tecnológicos y en general cualquier organización que desee capitalizar esa tecnología. ¿Y qué significa capitalizar la IA? En sentido concreto, eso podría significar crear versiones propias del Chat GPT en las que hemos alimentado a la IA con información específica, muchas bases de datos, y enseñarle a pensar como los más duchos de nuestra industria. Saber preguntarle a la IA podría convertirla en un verdadero asistente especializado, en la búsqueda y discriminación de fuentes, procesamiento de datos estadísticos, redacción, traducción, etc.
Ahora bien, todo esto realmente no lo hace solo la IA. La IA aprende, pero lo hace cuando está bien tutorizada; es decir, cuando recibe el entrenamiento intensivo de profesionales que hacen las preguntas adecuadas, marcando las pautas, corrigiendo errores y en definitiva colaborando con la máquina para mejorar el procesamiento de datos y la extracción de conclusiones, vía largas charlas.
Esta labor es la que desarrollan hoy los llamados ‘prompt engineers’ o ingenieros de instrucciones, y es uno de los novísimos oficios que nos traerá la IA y sus derivadas.
La inteligencia artificial vino para quedarse y más temprano que tarde se convertirá en un aliado clave en varias tareas de la vida diaria. Por ahora, quedémonos con la idea de que muchos oficios nuevos están por aparecer y que poco o nada tienen que ver con los que conocemos hoy.
De hecho, los avisos laborales en EE.UU. y Europa buscando ‘prompt engineers’ destacan que no es necesario tener una profesión en ingeniería informática o parecidas, puesto que la habilidad de saber preguntar es una que todos tenemos potencialmente. La novedad ahora reside en conocer bien la materia sobre la que preguntamos, tener la suficiente paciencia para interactuar con la IA y convertirnos en su mejor coach.