Por: Maite Vizcarra
El Comercio, 6 de Abril del 2023
“Han pasado 50 años desde que se produjo la primera llamada desde un teléfono celular y, con ella, la reestructuración de nuestras vidas”.
Podría ser que el sentimiento de pánico sea uno, que le es esquivo. Pero, en honor a la verdad, tal vez no. Piense unos minutos: ¿no sintió alguna vez esa sensación de vacío, una cierta turbación mental (¿y ahora qué hago?, ¿mi cuenta en el banco?, ¿mis fotos y videos?) ante la remota posibilidad de haber perdido los últimos movimientos de su vida incrustados en ese artefacto pequeño que tiene ahí cerca de su mano?
Sí, alguna vez hemos sentido pánico ante la posibilidad de haber perdido nuestro teléfono celular, porque en el fondo estábamos perdiendo nuestras vidas.
No es exagerada la comparación, porque es innegable que ese aparato se ha vuelto vital en nuestras rutinas diarias, básicamente porque nos facilita muchas cosas relacionadas con el mejor uso de nuestro tiempo y, por qué no decirlo, de nuestro espacio. De cierta forma, tener un teléfono celular no solo nos sirve para hablar vía una llamada de voz, sino que, además, nos da facilidades que casi nos permiten ser ubicuos.
Y, en ese sentido, es relevante destacar que, gracias a los avances tecnológicos, el acceso a teléfonos celulares en el Perú se ha incrementado considerablemente, al punto de que hoy la tenencia de celulares a nivel nacional es mayor al número de habitantes: existen 1,3 teléfonos celulares por persona.
No es poca cosa que estos teléfonos sean hoy enormemente accesibles, pues sus beneficios ya están reconocidos como claves para facilitar una mejor calidad de vida y, también, para la superación de la pobreza. En ese sentido, que un celular haya dejado de ser un privilegio o un lujo es parte de lo que hay que celebrar ahora que estos dispositivos acaban de cumplir 50 años de haber producido su primera llamada a nivel global.
Para decirlo en simple, hoy tener un teléfono celular –particularmente los llamados smartphone– equivale a tener una computadora y de ahí que su acceso sea crítico, al punto de que sea el eje central de nuestras comunicaciones, nuestro acceso a la información y al entretenimiento. A tal punto llega la relevancia de tener un teléfono celular que su ausencia define una nueva forma de ser pobre: el pobre digital.
Los pobres digitales son personas que cuentan con un celular, de tal modo que pueden recibir información y comunicarse. Sin embargo, sea por falta de educación, porque no saben acceder a contenidos, por un reducido nivel de alfabetismo digital o por ser muy mayores, tienen un uso limitado de medios digitales. Y si existe una pobreza digital, existe una extrema pobreza digital: en este caso, se trata de personas que no pueden acceder –por restricciones de cobertura o de dinero– a un teléfono celular y que, por ello, truncan su alfabetización digital.
De acuerdo con datos facilitados por el experto Luis Montes en una charla que sostuvimos recientemente en TV Perú –”Diálogo abierto”–, en el Perú la cobertura a servicios digitales y superiores como ver videos, crear contenidos y compartirlos es posible debido a que las redes de comunicación celular lo permiten –casi todo el Perú tiene servicios que corren bajo la banda de 3G en adelante, o sea que podemos ver videos y escuchar música en tiempo real–. Sin embargo, todavía hay una porción de peruanos que aún sigue en los tiempos de la banda 2G; es decir, en la época de los 90, con limitados servicios digitales –envío de mensajes de texto, básicamente–.
Han pasado 50 años desde que se produjo la primera llamada desde un teléfono celular y, con ella, la reestructuración de nuestras vidas. Y aunque en el país se avanzó grandemente en cobertura y asequibilidad –precio–, tener un teléfono celular ya es insuficiente si no podemos usarlo de manera adecuada. Pues, aunque tengamos un smartphone, si solo lo usamos para recibir llamadas o enviar mensajes de texto porque no sabemos cómo sacarle el máximo provecho al adminículo, es como vivir en la época de los 90 y con su reducida banda 2G.