Por: Madeleine Osterling
Perú21, 30 de junio de 2021
La democracia del país está secuestrada por una dictadura institucional que ha sentado un ominoso precedente frente a veinte años de elecciones transparentes y democráticas. La mano negra de Vizcarra –uno de los personajes más nefastos de nuestra historia republicana- ha logrado montar un andamiaje efectista, que no resiste el más mínimo análisis legal pero que está respaldado por el gobierno y por mucha gente de prensa que tuvo sus cinco minutos de lucidez democrática pero que hoy prefiere jugar a “supuesto ganador”. Es indispensable que el JNE, a pesar de su evidente sesgo, cumpla con revisar todas las actas impugnadas y apeladas. El pronunciamiento de la OEA es de una ligereza imperdonable y los de la UE y la Embajada Americana solo demuestran el poco interés que tienen en nuestro país. Emitir simples comunicados para cerrar el capítulo y cumplir, ignorando la protesta de millones de peruanos que solo buscan la verdad electoral. No es una sorpresa. Si la primera vez que se reunieron Joe Biden y Pedro Sánchez fue hace unas semanas en la Cumbre de la OTAN y por tan solo 45 segundos, ¿por qué reclamaríamos un trato privilegiado para el Perú?
La misma tónica tiene el endiosado Francke cuando se refiere a la “lamentable pérdida de tiempo por los reclamos injustificados e intentos de golpe de Keiko Fujimori y sus seguidores”. Se percibe una superioridad moral inaceptable de un personaje de izquierda radical que se ha dedicado a engañar al país estas últimas semanas para detener las remesas al exterior y, en caso fuera gobierno, no encontrar un país más débil y descapitalizado aún. Necesitan repartir dinero y generar sensación de bonanza por lo menos el primer año, luego ya se verá. Históricamente Francke es enemigo de la inversión y no cree en el sector privado como generador de valor. Su mágico viraje a la derecha es una ilusión.
Además, habla de asegurar que las empresas mineras tengan una rentabilidad razonable de acuerdo con la inversión realizada. Vale decir, que se podría aplicar hasta un 70% de IR a la actividad minera si se invirtió muy poco en función a una gigantesca utilidad o si se trata de metales como el cobre cuya rentabilidad hoy es sideral. Poco entiende que las inversiones mineras son de largo plazo y que el riesgo siempre está latente. No pueden medirse por ejercicios fiscales aislados. Hasta su discurso “moderado”, mejor dicho impostado, es un desastre.
¿Cómo va a dar calma a los mercados un candidato cuya palabra no tiene ninguna credibilidad? Castillo cambia de discurso según el auditorio. Recorrió el país con un relato anti establishment, atacando la inversión extranjera, pidiendo subir los aranceles o simplemente prohibir las importaciones. Hizo apostolado con el eslogan de Perú Libre: “No más pobres en un país rico”, divulgó en forma encendida cada una de las propuestas del ideario de Perú Libre y hoy dice que va por liebre, que marcará distancia de todos aquellos cuestionados por la justicia.
Cerrón no se va a quedar de manos cruzadas. Castillo le debe el partido, la campaña, el financiamiento y el fraude. Una cosa es lo que queremos que ocurra y otra la realidad. No podemos cerrar los ojos ni bajar la guardia.