Por: Madeleine Osterling
Expreso, 29 de Marzo del 2023
La falta de memoria ciudadana es el mejor aliado de los pésimos gobernantes. No podemos permitir que el capítulo Vizcarra pase a engrosar la lista de años infaustos olvidados.
Vizcarra ha sido objeto de innumerables denuncias constitucionales, no solo por el vergonzoso manejo de la pandemia que se reflejó en más de 200,000 dolorosos fallecimientos, sino por todas las calumnias que rodearon la adquisición de Sinopharm y la posterior negada vacunación que luego dejaría al descubierto todo un universo de cinismo y mentiras.
Ello, sumado a los escandalosos delitos de corrupción, que determinaron su vacancia por incapacidad moral permanente, deberían ser causal más que suficiente para desaparecerlo de la función pública de por vida. Soy una convencida de que la gente no cambia. La mala entraña puede controlarse, pero no se erradica nunca.
Desafortunadamente en el Perú tenemos un Ministerio Público que arma casos muy mediáticos y hace presumir que se hará justicia, pero generalmente decepciona.
Luego de dos años de investigación por innumerables delitos que permitieron inferir que podría ser condenado a 34 años de prisión, el fiscal Germán Juárez Atoche ha decidido archivar cuatro de los cinco casos vinculados al Club de la Construcción; solo subsiste el cohecho pasivo propio que posiblemente siga el mismo destino, por lo que su peor escenario se ha reducido a 15 años o, quizás, inocencia absoluta. No hay crimen perfecto sino investigación insuficiente, falta de voluntad o incentivos perversos.
No nos sorprenda que el ciudadano Vizcarra, quien luego de ser aplaudido y adorado, fuera repudiado y vacado, regrese cual Ave Fénix al mundo político y vuelva a ser presidente del Perú. Por muy poco dinero, la prensa sin bandera (editorial diario La República 24/03/2023) y las redes sociales hacen una impecable limpieza de imagen, y hasta lo podrían ver guapo algunas despistadas.
De salir libre, debería ser castigado por los electores, pero es pedir imposibles. Hay demasiada ignorancia que flaquea ante el populismo y los mensajes emocionales. El triunfo de Castillo y su sombrero no solo ratificó la fuerza del voto identitario, especialmente en zonas rurales, sino la nula relevancia atribuida a la inteligencia y preparación del candidato. Ninguna advertencia fue escuchada, prevalecieron las imágenes, los gestos y la empatía. Lo mismo podría pasar con Vizcarra y ser provinciano lo ayuda muchísimo.
Sería absolutamente obsceno que fuera elegido, pero por desgracia nuestro país se ha convertido en una cajita de sorpresas en materia electoral. La única forma de inocularlo es lograr una oposición unida, pero el ego de los políticos ha vuelto más pedregoso aun el camino.
Desde hace mucho tiempo no hay una discusión inteligente sobre la formalización, la educación, la salud de los peruanos o la galopante brecha de infraestructura, pero sí hay desesperación para entrar a la OCDE.
Recientemente el Gobierno ha declarado de interés nacional el proceso de adhesión. ¿Para qué? Estamos lejísimos de los niveles de vida promedio de los países que la integran. Chile, que nos lleva amplia ventaja en productividad, competitividad y uso de tecnología, se encuentra en el 20 % inferior y con grandes dificultades para alcanzar sus exigencias. Sabemos que la función debe continuar, pero en la dirección correcta, no empantanemos más nuestro complicadísimo futuro.
La OCDE es la última de las prioridades en un país castigado perpetuamente por su geografía y dispersión, a la que hoy se suma la inflación, ese Impuesto a los Pobres que no cede y la espeluznante cifra de 16.6M de peruanos con hambre.
La seguridad alimentaria es de máxima prioridad, señora Boluarte, no nos convirtamos en una fábrica de niños anémicos, no se lo merecen. Las futuras generaciones son la única esperanza del Perú y la OCDE no las va a alimentar.