Por: Álvaro Monge Zegarra
Gestión, 12 de mayo de 2021
Un determinante crucial de la productividad de largo plazo de los países, su nivel esperado de desarrollo y el bienestar de la población es el capital humano, cuya formación depende críticamente del nivel de nutrición temprana que logren alcanzar las naciones. La buena noticia para el Perú es que durante los últimos diez años el problema de desnutrición crónica infantil (DCI) ha presentado un importante descenso. De acuerdo con la información del INEI mientras que en 2008 la incidencia de DCI entre niños menores de 5 años alcanzó 28%, en 2020 esta se ubica en 12%. La mala noticia es que este valor es prácticamente el mismo en los últimos tres años. Es decir, luego de la importante reducción observada hasta el 2016 o 2017 (casi 15 puntos), desde el 2018 este indicador se ha estabilizado muy por encima de la meta del 6% del Plan Nacional de Acción por la Infancia y la Adolescencia.
Las perspectivas tampoco son alentadoras. Usando como referencia el marco teórico de Lisa Smith y Lawrence Haddad en el estudio del año 2000 “Explaining Child Malnutrition in Developing Countries A Cross-country Analysis”, los factores que influyen en el estado nutricional de los niños se pueden ordenar en aquellos que afectan el consumo de alimentos y su estado de salud. La contracción del gasto familiar producto de la recesión y la lentitud con la que se viene recuperando el mercado de trabajo impiden ser optimistas respecto al primero de estos factores.
No solo porque hace prever una menor capacidad de comprar alimentos sino porque las familias podrían desarrollar presupuestos defensivos optando por dietas menos balanceadas (y, por lo tanto, más económicas).
Mientras tanto, la información preliminar de la Enaho y Endes muestra evidencia mixta para el segundo de los factores. Por un lado, el acceso a agua tratada y saneamiento básico habría mejorado ligeramente, pero por otro, la atención preventiva sí se habría deteriorado. El porcentaje de niños menores de 36 meses con controles de crecimiento completos para su edad se habría contraído en casi la mitad entre el 2019 y 2020 (18% vs. 10%); mientras que aquellos con vacunación completa habría pasado de 61% a 43% en el mismo periodo.
Se definen así dos acciones concretas para el Estado si la intención es relanzar la lucha contra la desnutrición. La primera, recuperar la economía y el empleo que es la única avenida por la cual los ingresos de las familias pueden crecer de manera sostenida y evitar las consecuencias negativas sobre la seguridad alimentaria. La segunda, reforzando el primer nivel de atención en salud, sobre todo para que pueda operar bajo las normas de distanciamiento social. Esta última es la forma más efectiva de desplegar acciones de protección social sobre todo en los segmentos más pobres y vulnerables.