Por Álvaro Monge Zegarra
(Gestión, 29 de Abril de 2015)
En el año 2011 cuando el gobierno de Ollanta Humala fijó las primeras metas de su gestión, más de un analista consideró que el objetivo de reducir la tasa de pobreza a niveles de 20% no solo era absolutamente factible, sino hasta autocomplaciente.
En ese momento, el Perú mostraba tasas de pobreza de alrededor del 30% y con el ritmo de reducción observado en los últimos 5 años (alrededor de 4 puntos en promedio cada año), sumado a una expectativa de crecimiento de 6% anual, nada hacía presagiar desvíos mayores de la trayectoria esperada.
Hoy el contexto es otro. Con tasas de crecimiento anuales que difícilmente serán superiores al 3.5% en promedio en los próximos dos años, más de uno ha puesto en duda que el objetivo se logre.
De acuerdo con el cálculo realizado por el INEI para el año 2014, la tasa de pobreza del Perú alcanza el 22.7%, solo 1.2 puntos porcentuales menor a la tasa registrada el año pasado (23.9%) y no se espera que este patrón repunte de manera importante en los próximos dos años. Ocurre que, como en cualquier escenario de desaceleración económica, el crecimiento económico como factor explicativo de la reducción de la pobreza ha disminuido y las cifras tienden a sostenerse más en el efecto redistribución. Por ejemplo, del total de la reducción de pobreza observada en el 2014, alrededor del 40% se explica por crecimiento de la economía y el 60% restante por mejoras en la distribución de ingresos (incluidos el posible efecto de algunos programas sociales). Esta situación es dramáticamente diferente a lo que ocurría años atrás. Si se analiza toda la década (2004-2013), la reducción total observada en ese periodo se explica mayoritariamente por efecto del crecimiento económico (casi 70%) frente al efecto redistributivo (30%).
Es pertinente hacer tres precisiones al respecto. Primero, que el efecto redistribución sea mayor que el efecto crecimiento no es sostenible en el mediano plazo. Siempre será una estrategia más sana de reducción de la pobreza que esta se fundamente en el aumento de los ingresos laborales, aumento de la productividad agrícola o en las ganancias de los negocios familiares, más que en las transferencias corrientes desde el Gobierno.
Segundo, lo anterior no invalida que en aquellas épocas cuando la dinámica económica es menor, los programas sociales cumplan su rol de estrategias de compensación de corto plazo. Justamente, eso es lo que vamos a observar este y el próximo año, probablemente.
Tercero, el Perú todavía se encuentra lejos de considerar su estrategia de alivio de la pobreza como óptima. El cambio en la composición de los factores explicativos de la pobreza no es porque la efectividad de los programas sociales se haya incrementado significativamente.
Por el contrario, la explicación está más en que el crecimiento de la economía se ha derrumbado dramáticamente. Los problemas de filtración y subcobertura de muchos de los programas sociales todavía limitan su efecto redistributivo.
Parte de la agenda pendiente es seguir avanzando en las mejoras de gestión que permitan sistemas de focalización y graduación más efectivos.