Por: Alvaro Monge Zegarra, Socio y Gerente General de Macroconsult
Gestión, 10 de febrero de 2021
En los últimos 15 años, el crecimiento económico experimentado por el Perú no solo posibilitó que los ingresos de los hogares crecieran (en promedio), sino también estuvo asociado a una disminución de la desigualdad. Es decir, en ese periodo es posible demostrar que los ingresos de los grupos más pobres crecieron a una velocidad mayor que las de los grupos más ricos. Por ejemplo, usando la información de la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) del INEI, se estima que mientras que el gasto familiar per cápita (en términos reales) del primer quintil se expandió a un ritmo del 5% entre el 2004 y el 2019, el último quintil lo hizo en alrededor del 2%.
Esta diferencia (aunque pequeña en términos absolutos) es consistente con un coeficiente de Gini (indicador que toma el valor de 1 para desigualdad extrema y 0 para igualdad perfecta) que cae ligeramente en el periodo. Usando nuevamente los gastos familiares per cápita se reporta al 2019 un Gini de 0.35 en comparación con el del 2004. Mientras tanto, considerando los ingresos familiares se reporta que luego de picos cercanos a 0.50 registrados entre el 2004 y el 2005 el Gini se reduce hasta 0.42 en el 2019.
De acuerdo con los hallazgos de Diego Winkelried, de la Universidad del Pacífico, reportados en su artículo de agosto del año pasado “Análisis de sensibilidad de la desigualdad de ingresos en el Perú”, estas tendencias se mantienen incluso cuando se considera explícitamente que la Enaho puede subestimar la desigualdad al no recuperar de manera razonable la información del segmento de mayores ingresos del país. Por ello, es posible argumentar que el crecimiento peruano a pesar de sus deficiencias para consolidar la clase media y reducir la vulnerabilidad de los hogares, sí ha sido pro-pobre. Y esto es así no solo porque ha permitido que los ingresos de los más necesitados crezcan los suficiente como para sacarlos de la pobreza, sino porque en el proceso ha propiciado cierta movilidad social que ha contribuido a que la pobreza se reduzca un poco más.
Esto último se puede verificar aplicando la metodología de Martin Ravallion y Gaura Datt para descomponer la caída de la pobreza y analizar la contribución marginal del efecto crecimiento y el efecto distribución. Aplicando esta metodología al caso peruano, se tiene que la pobreza entre el 2004 y 2019 se redujo en casi 40 puntos (de 60% a 20%), siendo el efecto crecimiento responsable de casi 30 puntos (75% del efecto) y el efecto distribución de os 10 puntos restantes (25%). Así, si bien es innegable que el principal responsable de la caída de la pobreza ha sido el crecimiento de los ingresos de las familias, es posible evidenciar que la mejora en la distribución contribuyó también de forma significativa.