Álvaro Monge Zegarra
Gestión, 16 de setiembre del 2024
“La plataforma nutricional sobre la cual se va a sostener el proceso de construcción de capital humano en el largo plazo en los segmentos de mayor pobreza se ha empezado a debilitar aún más”, afirma Alvaro Monge, de Macroconsult.
A fines del mes pasado, el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) publicó las cifras adelantadas (al primer semestre del 2024) de la Encuesta Demográfica y Salud Familiar (ENDES) como parte del seguimiento que la institución realiza a los resultados de los programas presupuestales más emblemáticos del país. Entre otros indicadores, en el informe se publican datos sobre el desempeño de la población peruana en dimensiones vinculadas al desarrollo infantil temprano. Por ejemplo nutrición, anemia y acceso a servicios de salud durante la gestación y la primera infancia. Además, usando la terminología de la ENDES, la encuesta permite diferenciar a los hogares por rangos de bienestar, desde los más pobres (ubicados en el quintil inferior) hasta los más ricos (ubicados en el quintil superior). Al organizar la información de este modo es posible visibilizar, más allá de la evolución promedio de los indicadores, qué es lo que está pasando con los ciudadanos ubicados en los segmentos más vulnerables de la pirámide socioeconómica. A continuación, presento algunas cifras tabuladas para este grupo. Lamentablemente, la información no es alentadora.
Por un lado, se evidencia un aumento de casi un punto porcentual de la desnutrición crónica infantil para niños menores de cinco años, pasando del 22.7% al 23.5% entre el 2023 y el primer semestre del 2024, revirtiéndose la tendencia decreciente a las que ya nos tenía acostumbrados este indicador desde la postpandemia. Por otro lado, los niveles de anemia para los niños entre 6 y 35 meses han aumentado en casi dos puntos porcentuales, pasando de 52.5% hasta 54.2% en el mismo periodo. Por último, la proporción de niños nacidos en los 5 años anteriores a la encuesta que registran bajo peso al nacer aumentó en casi un punto porcentual y medio desde 8.0% hasta 9.4% a pesar de que este era un indicador que también mostraba en el pasado una trayectoria tímidamente decreciente.
En síntesis, la plataforma nutricional sobre la cual se va a sostener el proceso de construcción de capital humano en el largo plazo en los segmentos que experimentan mayor pobreza no solo es débil, sino que, a la luz de esta nueva evidencia, se ha empezado a debilitar aún más.
El origen de este deterioro de corto plazo tendría varias explicaciones posibles. Esquematizando en extremo el trabajo de Laura Smith y Lawrence Haddad del año 2015 y concentrándonos en aquellos en los que hay información, estos determinantes los podemos organizar en tres: alimentación adecuada, acceso a servicios de salud y vivienda saludable (entendida como servicios de agua y saneamiento básicos).
El primer factor es posiblemente el que mayor atención ha recibido por los medios y los analistas. No es para menos, ya que el deterioro de los ingresos reales per cápita de la población derivó no solo un aumento de la pobreza extrema, sobre todo en zonas rurales; sino que incrementó la brecha de la pobreza (es decir, qué tan pobres son los pobres), sobre todo en áreas urbanas. Los responsables de esta tendencia ya son conocidos: la recesión del 2023 y el aumento de la inflación en el 2022 y el 2023, siendo particularmente importante este ultimo factor ya que en paralelo condicionó el aumento de la inseguridad alimentaria en el país casi de manera generalizada.
Menos atención han recibido el segundo y tercer factor. En el primer caso, la propia ENDES nos permite indagar sobre esta hipótesis y nos muestra, por ejemplo, que el porcentaje de niños menores de doce meses con vacunación completa según su edad se ha reducido en casi dos puntos desde 74.4% hasta 70.5%. De igual modo, la proporción de niños de 6 a 35 meses que consumieron suplemento de hierro cayó en poco más de dos puntos porcentuales desde 34.1% hasta 32.0%. Y si bien la proporción de niños menores de 12 meses con controles de crecimiento completos aumentó ligeramente, la información recogida durante la gestación de la madre (parto institucional, control prenatal y consumo de suplemento de hierro) también se deterioró. En el segundo caso, la evidencia que muestra la ENDES es más bien mixta: una ligera mejora en el acceso a agua tratada y un ligero deterioro en el acceso a servicios de saneamiento básico.
Es importante aclarar en que los cambios identificados desde la ENDES en muchos de los indicadores presentados aún no superan las pruebas formales de significancia. No obstante, la coincidencia encontrada en las tendencias permite argumentar, o al menos advertir, que parte de los resultados encontrados estarían de alguna forma asociados con un menor acceso a servicios de salud de calidad hacia los niños y sus madres. Por ello, de sostenerse esta trayectoria en los próximos 12 a 18 meses el efecto medio que tendrá la recuperación de la economía y la reducción de la inflación en el presente año no necesariamente redundará en una mejora clara en los indicadores nutricionales hacia el año 2025, sobre todo en la población más pobre y vulnerable. Para que ello ocurra, es necesario identificar cuáles son los cuellos de botella que estarían condicionando la prestación efectiva y calidad en el acceso de estos servicios. La evidencia presentada (aunque parcial) sugiere empezar a prestar especial atención a los servicios de cuidado infantil y salud materna neonatal.