La marinera o canto de jarana tiene una estructura compleja: consta de tres jaranas con resbalosa y fuga. Cada jarana es contestada, siendo la primera jarana octosilábica, la segunda heptasilábica y la tercera pentasilábica. Quien inicia la jarana pone el “término”, frase genérica como la del título del artículo, y quien responde tiene que usar el mismo término en el mismo lugar y de la misma forma. Para el canto de jarana, tener buena voz no es suficiente, se requiere la habilidad para adecuarse al contexto y responder según las circunstancias.
Igual ocurre con el arte de hacer política económica. Conocer de principios económicos es necesario, pero no suficiente para diseñar buenas políticas e implementarlas correctamente. De hecho, a veces el exceso de “ortodoxia” puede llevarnos a cometer grandes errores y afectar negativamente a la sociedad en su conjunto. Los errores del exceso de “ortodoxia” son de tres tipos: 1) porque no entendemos el contexto general de la aplicación de la política; 2) porque nos confundimos de cuál es el principio económico fundamental y 3) porque la implementación no se hace en la secuencia debida o se hace a destiempo.
Veamos ejemplos de errores del primer tipo. Existe el principio básico de que los precios deben reflejar la escasez relativa y, por tanto, determinarse por oferta y demanda. Esto funciona para la inmensa mayoría de los bienes y servicios, pero si tenemos bienes públicos o industrias con costos medios decrecientes, la intervención del Estado es necesaria. También es necesaria esta intervención cuando tenemos fuertes componentes especulativos en la formación de precios y estos precios no solo tienen impacto en las decisiones de productores y consumidores en dicho mercado, sino tienen un amplio radio de acción en la economía. En ese escenario, sería insensato no intervenir suavizando las fluctuaciones, para eliminar o reducir la parte especulativa en la determinación del precio. Eso es exactamente lo que hace el Banco Central de Reserva con su intervención cambiaria. En la misma línea, se da la intervención en el mercado de combustibles, con un fondo de estabilización. Ese fue el instrumento que se usó en el Perú cuando sufrimos los fuertes flujos especulativos en los precios de materias primas, especialmente el petróleo, desde fines del 2007 y la primera parte del 2008. En Chile, por exceso de ortodoxia, dejaron que los precios de los combustibles reflejaran el aumento del petróleo, lo cual se trasladó a costos energéticos y de transporte, que llevaron a que en varios meses del 2008 la tasa de inflación interanual se situara en torno al 10%. Como consecuencia de esta aceleración inflacionaria, el Banco Central de Chile aumentó tasas de interés y para cuando se intentó estabilizar el precio de los combustibles ya era tarde. Al ‘shock’ de oferta negativo le siguió un ‘shock’ financiero, afectando la demanda interna y los sectores no transables.
Además de estos errores, tenemos los errores de segundo tipo, cuando confundimos el principio económico. Cuando la crisis financiera internacional se magnifica a raíz de la quiebra de Lehman Brothers, en setiembre del 2008, la caída en los ingresos fiscales era acompañada por una contracción del gasto público para estabilizar las cuentas fiscales. Si bien es cierto que la estabilidad de las finanzas públicas es importante, cuando se tiene capacidad para endeudarse y se enfrenta una crisis temporal, el gasto público debe acelerarse para contrarrestar los efectos de caída de la demanda privada y evitar el aumento del desempleo y la consecuente recesión. Lo fundamental entonces es estabilizar el producto y el empleo con un desequilibrio temporal de las cuentas públicas.
Finalmente, el tercer tipo de error ocurre cuando implementamos políticas sin tomar en cuenta el contexto político. Eso exactamente ha ocurrido con la recientemente derogada ‘ley pulpín’. Si bien es cierto que la norma apuntaba en la dirección correcta, el intento de reforma carecía de todos los ingredientes políticos para su aprobación y posterior implementación. La reciente derogación de los aportes de los independientes, que habiendo sido aprobado por el Congreso, se retrocedió ante las marchas de los afectados, debió haber servido de ejemplo para no intentar hacer reformas complejas sin tener las condiciones de legitimidad política necesarias. Flaco favor que hace al país además porque hará mucho más difícil que el siguiente gobierno intente una reforma laboral, lo que evidencia la enorme fragilidad política del gobierno y profundiza el quiebre al interior de la bancada oficialista.
El gobierno ya entró en tiempo de resbalosa y fuga y no se ha dado cuenta todavía. ¡Zamba que le daba!