La situación de Grecia es muy complicada. El domingo 25 va a elecciones generales este país muy polarizado y cuyo resultado tendrá consecuencias muy importantes para la Unión Europea. El partido de izquierda radical Syriza, líder con más de 30% en las encuestas, ha sido el más fiero opositor a las medidas de austeridad y de reformas impuestas a Grecia por la Unión Europea, el Fondo Monetario y el Banco Central Europeo, la famosa ‘troika’. Y, si bien es cierto, ya no hablan de salirse del euro, pues la gran mayoría de los griegos no quiere hacerlo, postulan políticas que los llevaría en rumbo directo de colisión con Alemania, que implicaría no continuar con las ayudas financieras, indispensables para seguir cumpliendo con los pagos de deuda y mantenerse en el euro.
Con un nivel de deuda cercano a 180% del PBI y un desempleo en torno al 25%, Grecia es una economía que necesita otro tipo de políticas. Sin embargo, se insiste en una receta que nunca ha funcionado.
En la Gran Depresión, de los años 30, los países occidentales estaban bajo el patrón oro, lo que los obligaba a atar el valor de sus monedas a cierta cantidad de oro, estableciéndose tipos de cambio fijo entre las distintas monedas. En términos prácticos, esto impedía usar la política monetaria para contrarrestar el desempleo, más o menos lo que le pasa a Grecia hoy en día.
Gracias a la persistencia de Keynes que, mañana, tarde y noche, insistía en devaluar la libra esterlina, Inglaterra abandona el patrón oro en 1931, evitando el fuerte proceso deflacionario y recesivo sufrido por otros países que se mantuvieron en el patrón oro, como Francia o Alemania.
Keynes, quien además abogaba por una política fiscal expansiva, veía que, en situaciones de alto desempleo y de empobrecimiento, los movimientos radicales se consolidaban y ganaban fuerza. En el caso concreto de Inglaterra, lo que más le preocupaba era la fuerza que iba adquiriendo el Partido Comunista.
Exactamente los mismos problemas políticos venimos observando en la Europa periférica hoy en día. Atada a un patrón euro que le impide usar la devaluación como herramienta para restablecer el crecimiento y reducir el desempleo.
En nuestro vecindario, Ecuador tiene una economía dolarizada que funciona bien cuando el precio del petróleo está a niveles altos, pero que en las actuales circunstancias, con una caída del precio de 50% de su principal producto de exportación, tendrá serios problemas. En principio, esta caída en los términos de intercambio debería reflejarse en un aumento en el tipo de cambio nominal, pero como no puede hacerlo por estar dolarizado, el equilibrio se restablecería por medio de un proceso deflacionario interno, que solo es posible a través de un aumento de desempleo.
El caso de Venezuela es distinto, porque, si bien tiene su propia moneda, la dependencia presupuestaria al ingreso del petróleo es tan grande, que la situación es fiscalmente insostenible si el precio del petróleo permanece deprimido por mucho más tiempo. ¿Sortearán estas economías los problemas económicos? ¿De llegar la crisis económica, desembocaría en una crisis política? En el transcurso del año veremos las respuestas a estas incógnitas.
Y en nuestro caso, el presidente Ollanta Humala anuncia con aire de júbilo que en el 2014 la economía habría crecido 2,6% o 2,7%. Pero para el 2015, el proceso de deterioro del contexto político puede terminar afectando aun más las alicaídas expectativas de los agentes económicos.
Aprovechando el nuevo año, pidamos que Dios ilumine a nuestros gobernantes para que inspiren la confianza que logró Roosevelt con el New Deal, que tengan la sabiduría de Deng Xiaoping para impulsar reformas, la ambición y eficiencia de Konrad Adenauer para construir y el carisma y fortaleza espiritual de Nelson Mandela para unirnos bajo un ideal. Roguemos al Señor.