Luis Carranza, Ex ministro de Economía y Finanzas
El Comercio, 01 de marzo de 2016
Cuando a las personas les ofrecen la posibilidad de recibir S/1.000 hoy o recibir S/1.100 en un mes, la gran mayoría opta por recibir el dinero inmediatamente. Sin embargo, cuando se les ofrece recibir S/1.000 en un año o recibir S/1.100 en un año y un mes, la gran mayoría decide por la mayor cantidad de dinero.
Esta inconsistencia o anomalía se conoce como descuento hiperbólico y refleja la necesidad de gratificación inmediata que tiene el ser humano. De allí que las personas tengamos una gran propensión a tomar decisiones que implican un placer en el corto plazo y postergamos las decisiones que significan beneficios de largo plazo, especialmente si ese beneficio conlleva algún esfuerzo o costo en el presente.
Por otro lado, observamos también ciertas inconsistencias cuando las decisiones involucran riesgo. El ejemplo típico es el siguiente. Se tiene la opción de recibir S/400 de manera segura o entrar a un juego en el que con una probabilidad de 50% se recibe S/1.000 y con probabilidad de 50% no recibimos nada. En este caso, el valor esperado de la apuesta es S/500, superior a los S/400, pero la gran mayoría de gente prefiere recibir los S/400 con certeza. Esto se conoce como aversión al riesgo y no es raro, pero cuando lo comparamos con el siguiente caso surgen las contradicciones.
Ahora, cambiemos la propuesta. En vez de ganancia, nos enfrentaremos a una pérdida. Así, podemos perder S/400 de manera cierta o tenemos la opción de escoger la alternativa de perder S/1.000 con 50% de probabilidad o no perder nada con probabilidad de 50%. En este caso, la gente acepta la apuesta que tiene una pérdida esperada de S/500.
Es decir, los seres humanos tendemos a infravalorar los riesgos cuando se trata de pérdidas y a sobreponderarlos cuando se trata de ganancias. Esto nos explica por qué las personas tendemos a una baja cobertura de seguros, especialmente los de salud. Pero esta característica explica también por qué tendemos a votar por candidatos que ofrecen algo concreto para nuestro bolsillo (“balón de gas a S/12”) frente a candidatos que ofrecen un beneficio indirecto o poco tangible (“tratados de libre comercio”).
Esta naturaleza humana explica el comportamiento de los políticos. Así, dado que los períodos de gobierno son cortos, a los gobernantes no les gusta emprender reformas y solo lo hacen al inicio de sus mandatos. Además, solo realizan las medidas de ajuste o acciones correctivas cuando están en medio de la crisis; y, finalmente, tienden a ofrecer cosas en campañas que después no pueden cumplir.
Esto explica por qué el rumbo a la prosperidad de una sociedad es muy complejo y lleno de baches y retrocesos. En muchos casos, las sociedades caen en patrones destructivos de riqueza y luego es muy costoso recuperarse. Además, terminamos perpetuando la miseria cuando políticos inescrupulosos se aprovechan de bolsones de población pobre que dependen de la asistencia pública para crear una red de clientelaje político. En la medida en que se prefiere la seguridad inmediata y concreta del subsidio a una propuesta de crecimiento basada en esfuerzo y en meritocracia, permaneceremos en una trampa que impida el desarrollo sostenido.
No es de extrañarnos que en esta campaña presidencial las grandes reformas estén ausentes del debate. En vez de encarar la reforma laboral, los grandes proyectos mineros absurdamente paralizados y políticas públicas que promuevan la eficiencia, la competencia y la inversión se concentran en programas sociales, y en describir una sociedad justa, pero incapaces de reconocer que el camino para alcanzar los ideales de esta sociedad pasan por medidas y reformas que no se quieren implementar.
Salir de este entrampamiento requiere de un crecimiento de las clases medias que lleve a una reforma política en la sociedad, tal como ocurrió en Estados Unidos en el siglo XIX o el surgimiento de fuertes liderazgos políticos que expliquen y convenzan a la población que algunos sacrificios son necesarios en el corto plazo y que además tengan la capacidad política de priorizar las reformas e implementarlas de manera correcta.
No hay nada más peligroso que políticos improvisados y técnicos mediocres fungiendo de políticos intentando hacer reformas. Los cinco años perdidos con este gobierno deberían ser una buena lección para el votante peruano. Lampadia