El modelo de crecimiento del Perú en la década pasada, llamémosle Perú 2.0, sirvió para crecer a tasas altas, con acelerada reducción de la pobreza y menor desigualdad. Más allá de las buenas condiciones externas que tuvimos, lo rescatable es que fuimos los mejores de la región y estuvimos entre los países de mejor desempeño económico del mundo.
El actual gobierno entró en el 2011 con una idea equivocada y propuso un nuevo modelo de crecimiento, bajo el lema de “incluir para crecer” nos presentaba una versión que promocionaba como Perú 3.0, pero que en realidad era una versión mejorada de un modelo pasado, llamémosla versión 1.3, de intervencionismo público pero con estabilidad macroeconómica. En este modelo de desarrollo, las altas tasas de crecimiento se creían garantizadas en 6% y se pensaba que había que dedicarse exclusivamente a las políticas sociales y redistributivas. Habría que decir que no hay nada de malo con las políticas sociales y, de hecho, una economía que crece tiene recursos para implementar y financiar los programas sociales, pero en realidad las políticas públicas que se implementaron estaban diseñadas para trabar el crecimiento económico. Con un discurso antiinversión privada y con excesos de regulación, controles y ausencia de gestión pública, se logró frenar la inversión privada. Por otro lado, la ineficiencia o el desconocimiento nos llevaron a desacelerar la inversión en infraestructura. Los dos pilares del crecimiento pasado, la inversión pública y privada, fueron descuidados y ninguneados.
A casi un año de las elecciones, tenemos la economía parada y un gran caos institucional. Más allá de discutir si el mediocre crecimiento de 2,35% del 2014 se debió a causas externas o internas o si este año creceremos más o menos que el año pasado, debemos plantearnos cuáles son los elementos esenciales para retomar la senda del crecimiento. Estos elementos se deben incorporar a la versión exitosa del modelo 2.0, añadiendo las reformas que faltaron y las reformas que ahora sí podríamos emprender, constituyendo un modelo 4.0.
Antes de ponernos a discutir qué políticas económicas aplicar es bueno ponerse de acuerdo con los principios rectores que deben guiar la selección de las políticas. Estos principios son tres: predictibilidad, competencia y eficiencia. Debemos implementar reformas institucionales que mejoren la predictibilidad de la actuación del gobierno. Las reformas que se implementen deben ir en sentido de hacer predecible los plazos, los costos y las reglas con las que actúa el gobierno. La discrecionalidad solo aumenta la incertidumbre de los agentes económicos, incrementa los costos y genera espacios para la corrupción.
El segundo principio es el de competencia. No hay nada más potente en mejorar la productividad de las empresas que la existencia de competencia. De allí que la integración del Perú, a través de la reducción de aranceles y la firma de tratados de libre comercio, fuera tan importante para impulsar la inversión y mejorar la productividad de la economía peruana. En la medida en que existan trabas a la competencia, en que se sobrerregulen los mercados y no sigamos buscando reducir barreras, nuestra economía seguirá perdiendo dinamismo porque disminuyen los incentivos para trabajar e invertir.
Finalmente, el tercer principio es el de eficiencia. Nuestras instituciones deben promover constantemente la búsqueda de la eficiencia en su actuación. ¿Cómo podemos beneficiar al ciudadano en la obtención de un permiso? ¿Cómo podemos acelerar la ejecución de los proyectos de inversión pública? ¿Es necesario seguir tal o cual trámite? Y luego analizar los costos. ¿Son estos costos adecuados o estamos cobrando en exceso? Esa debería ser la cultura que se instale en la administración pública y que guíe la formulación de reformas administrativas en todas las áreas.
No hay que plantearse falsos dilemas. El crecimiento económico es condición necesaria, pero no suficiente, para la mejora de las condiciones sociales; de allí que necesitamos políticas económicas que promuevan el crecimiento y políticas sociales que mejoren la distribución del ingreso y la equidad. Tampoco debemos caer en discusiones bizantinas acerca de si es posible crecer al 7% con el actual contexto internacional o no. Debemos apuntar a una tasa de crecimiento de largo plazo lo más alta posible y volver a ser de los países que más crecen en el mundo. Necesitamos un verdadero pacto por el crecimiento.