Por Luis Carranza
(El Comercio, 14 de Abril de 2015)
¿Cuáles son los pilares de las políticas públicas y la institucionalidad que nos llevan a la prosperidad? Experimentos realizados con monos nos ayudan a entender este problema.
Los investigadores Chen y Santos hicieron experimentos con monos capuchinos para enseñarles el uso del dinero y encontraron resultados muy interesantes. El comportamiento de los monitos se asemejaba al comportamiento de los humanos. No solo se verificó que los monos respetaban los axiomas de las preferencias reflejados en las leyes de demanda, sino que además todas las distorsiones o sesgos que pueden existir en el comportamiento de los humanos también se podían identificar en el comportamiento de los monos, como la aversión a la pérdida, la dominancia estocástica y la existencia de patrones de referencia. En esa línea, hay experimentos que demuestran que los monos reaccionan ante incentivos de la misma manera que los humanos.
Por otro lado, experimentos realizados por Frans de Waal muestran que los monos tienen muy desarrollado el sentido de justicia en la retribución y que además tienden a generar conflictos si se percibe una desproporcionalidad en la distribución de los “premios”. En el caso de los humanos también este rechazo a la desigualdad se puede identificar tanto en sociedades avanzadas como en sociedades más tradicionales. Así, la aplicación del “juego del ultimátum” demuestra que el resultado se aparta de la racionalidad pura y se busca una distribución más equitativa.
La conclusión de estos experimentos es que si los humanos nos esforzamos y decidimos trabajar más o menos, o decidimos invertir nuestro patrimonio o descansar y ser rentistas, depende de los incentivos que tengamos y de nuestras condiciones en determinados momentos del tiempo. Eso no tiene nada que ver con la parte racional del cerebro sino con la parte emotiva, tal como lo demuestran los experimentos con los monos. Pero también es cierto que, como seres sociales que somos, la situación de alta desigualdad tiende a generar conflicto y tensión al interior de la sociedad. La lección que sacamos es que para que una sociedad avance debe existir un conjunto de políticas e instituciones que consigan un balance entre los incentivos a esforzarse e invertir pero, por otro lado, eviten que la desigualdad aumente y genere conflictividad. Este balance no es fácil y requiere un trabajo arduo en el diseño de las políticas públicas que promuevan el crecimiento económico y que sean consistentes y coherentes con las políticas públicas que reducen la desigualdad.
A nivel agregado se pueden identificar las mismas relaciones. Existe una fuerte correlación entre la riqueza económica de los países, medida como el PBI por habitante, y los niveles de bienestar de la población, medido por el índice de desarrollo humano elaborado por las Naciones Unidas. Pero lo relevante es determinar la causalidad y el estudio de los datos demuestran que esta va de crecimiento a desarrollo social. Sin embargo, es de resaltar que en los casos de los países donde se mantiene un alto crecimiento pero la desigualdad no disminuye, entonces el período de crecimiento tiende a ser más corto. Los canales de cómo ocurre esto son muy variados. Van desde crisis políticas generadas por la alta conflictividad social hasta malas políticas económicas producto del interés por redistribuir ingresos o activos.
El camino a la prosperidad es un largo proceso que pasa por ir construyendo un orden político que determine un Estado fuerte, que haga respetar los contratos y los derechos de propiedad, pieza central en el crecimiento de los países porque es la base para que los individuos se esfuercen, inviertan y busquen el progreso. Pero también necesitamos un Estado eficiente que resuelva los problemas de la gente, equilibrando las oportunidades de todos los habitantes. En el Perú ese camino a la prosperidad no solo es posible sino que es muy factible. Tenemos que resolver algunos problemas de convivencia y tolerancia para construir una visión común que nos lleve a todos a empujar en la dirección al desarrollo y luego –como diría Adam Smith– “el orden natural de las cosas nos llevará de la barbarie a la prosperidad”. En los siguientes artículos iremos elaborando sobre esta ruta a la prosperidad.