Luis Carranza, Ex ministro de Economía y Finanzas
El Comercio, 07 de junio de 2016
Al momento de escribir este artículo, los resultados oficiales al 92,61% indican que el 50,28% de la población votó por Pedro Pablo Kuczynski y el 49,72% por Keiko Fujimori. Faltando por contabilizar más del 7% de los votos y con un margen tan estrecho puede ocurrir prácticamente cualquier cosa.
Pero asumiendo que el escenario más probable es que PPK termine siendo elegido presidente de la República es bueno reflexionar sobre la paradoja de las votaciones. En 1785 el marqués de Condorcet publica un ensayo donde muestra que las preferencias agregadas no tienen por qué ser transitivas como las preferencias de los individuos.
El ejemplo es muy sencillo. Suponga que tenemos tres individuos, identificados por los números 1, 2 y 3. Estos individuos tienen preferencias sobre tres opciones, identificadas por las letras A, B y C. Supongamos que para el individuo 1, A es preferible a B y C, y B es preferible a C. De otro lado, para el individuo 2, B es preferible a C y A, y C es preferible a A. Finalmente, para el individuo 3, C es preferible a A y B, y A es preferible a B.
En este sencillo ejemplo, si sometemos a votación la opción que elige esta sociedad, no tendríamos un claro ganador, porque tendríamos circularidad en la votación. Si elegimos entre A y B, el ganador sería A (con votos de 1 y 3); si nos ponemos a elegir entre B y C, el ganador sería B (con votos de 1 y 2) y si elegimos entre A y C, el ganador sería C (con los votos de 2 y 3).
Esto es lo que nos ha ocurrido en esta elección. En el escenario que analizamos, donde PPK saldría elegido presidente, hay un segmento importante de la población que votó para que Keiko Fujimori no salga elegida presidenta. De esta forma, terminamos con un presidente cuya preferencia real bordea solamente un 20% y los principales aliados electorales han manifestado su clara vocación de hacer oposición desde el primer día.
Hasta aquí la interesante paradoja de Condorcet, pero de aquí en adelante vendría la resolución de un dilema. ¿Cómo gobernar cuando existe esta fragilidad inherente en el respaldo de la población? Aquí existen dos condiciones que PPK deberá resolver.
La primera condición es formal: para gobernar se requiere aprobar leyes que pasen por el Congreso. El tema se complica porque en el Congreso existe una clara mayoría de Fuerza Popular. Si PPK ha basado su campaña en llamar autoritario y antidemocrático al movimiento de Fuerza Popular, ¿cómo se le puede pedir a Fuerza Popular al día siguiente un comportamiento democrático a favor de la gobernabilidad del país?
Retomando las ideas de Buchanan y Tullock en “El cálculo del consenso”, se deberá fijar una agenda mínima de políticas sobre las cuales exista unanimidad entre los dos partidos. Esta agenda mínima debe ser negociada y acordada lo más pronto posible, incluso antes de que se inicie la nueva administración.
Además de esta agenda inmediata, se deben tener claros los procedimientos de implementación (podría ser por delegación de facultades). A partir de allí, cualquier otra modificación legislativa tendrá que ser parte de una negociación política, caso por caso, donde PPK tendrá un durísimo camino que recorrer.
Este primer desafío formal será complicado de conseguir y es condición precedente del segundo desafío, que es el más difícil. El segundo desafío consiste en que las medidas que implementen tengan impacto positivo inmediato en la población, tanto en el tema de seguridad como en el tema de reactivación del gasto y del empleo.
PPK tiene 20% de apoyo real de la población, casi un 50% de la población piensa que Keiko Fujimori lo hubiese hecho mejor en los temas de seguridad y crecimiento y tenemos a un 24% representado por la izquierda que será oposición inmediata e instantánea. No hay margen para el error y no habrá paciencia en este 74% de la población.
Lampadia