Por: Luis Carranza
Perú21, 28 de enero del 2024
“Nunca habíamos estado por debajo de América Latina, ni siquiera en el periodo de alta turbulencia del 2016 – 2019, pero ahora estamos dos puntos porcentuales por debajo”.
Esa fue la respuesta de Richard Nixon cuando le comentaron que Milton Friedman decía que era una mala idea imponer controles de precios. La política económica del presidente Nixon impulsada a inicios de los 70 consistió en un fuerte déficit fiscal y expansión monetaria desordenada que, junto a los controles de precios, generó serios problemas de alta inflación y desempleo.
El objetivo de Nixon era puramente político, lograr la reelección, lo cual consiguió; pero generó un serio problema económico. Para mostrar gráficamente el impacto de estas políticas, basta imaginar a los granjeros que sacrificaban a sus animales porque alimentarlos les costaba mucho más que lo que recibían por venderlos. ¡Increíble!
Desde Hammurabi en Babilonia en 1,800 a.C. hasta Arce en Bolivia ahora mismo, pasando por Nixon en EE.UU. en los 70, han recurrido al control de precios para luchar contra la inflación, a pesar de ser un instrumento totalmente inútil. Entonces, ¿por qué tomamos tan malas decisiones de política económica? Por varios motivos: razones electorales, clientelismo político, ideología o simplemente por pura corrupción.
Esa enfermedad de la mala política económica nos ha contaminado en los últimos años. Para que el lector se lleve una clara idea de esto, presentamos el cuadro donde mostramos el crecimiento de Perú y de América Latina en los últimos 20 años dividido en quinquenios, pero sin tomar en cuenta los años de pandemia. Absolutamente en todos los periodos habíamos crecido por encima de la región, salvo en estos últimos años. En el lustro de 2006 – 2010, Perú creció 6.9% frente al 3.8% de la región. ¡Más de tres puntos porcentuales! Líderes absolutos en la región. En ese periodo se tuvieron todos los beneficios de cosas positivas que se hicieron en el pasado, como el despegue de la agroexportación que se impulsó a finales de los 90 o el restablecimiento de la estabilidad fiscal en la primera parte de la década de 2000; pero también se trabajó revitalizando las inversiones mineras, se lograron acuerdos comerciales, se impulsó la inversión privada, se dio fuerte impulso a la inversión pública, entre otras medidas. De esta forma, con un buen contexto externo, se logró un crecimiento extraordinario a pesar de la crisis de 2009.
Pero, luego, la política empezó a afectar desmedidamente las decisiones de política económica. En el periodo 2011 – 2015 se cristalizan varios proyectos de inversión iniciados anteriormente, siendo el proyecto minero Las Bambas el más importante, lo cual logró sostener el crecimiento, pero ya estamos dos puntos porcentuales por debajo, mientras América Latina solo retrocedió un punto. En ese periodo tenemos un crecimiento desordenado de la planilla pública en casi 80%, crecimiento de las ineficiencias del Estado, proyectos mal diseñados, muchos de los cuales siguen paralizados (como el gasoducto o la Línea 2 del Metro) y otros salieron adelante pero nunca debieron hacerse, el peor de todos sin duda, la refinería de Talara.
En el presente, las condiciones externas han mejorado y América Latina, en estos dos últimos años 2022 – 2023, registra un crecimiento promedio de 3% por encima del promedio de los últimos 20 años, pero nosotros solo registramos un crecimiento de 1.1% en promedio. Nunca habíamos estado por debajo de América Latina, ni siquiera en el periodo de alta turbulencia de 2016 – 2019, pero ahora estamos dos puntos porcentuales por debajo.
Les muestro dos ejemplos muy claros de que el crecimiento genera bienestar para la gente. En 2001, Apurímac tenía una pobreza cercana al 80%. En 2022, la pobreza se redujo a 24.7%, por debajo del promedio nacional. Es una experiencia extraordinaria de mejora en las condiciones de vida de nuestros hermanos. Por otro lado, Cajamarca termina en 2022 con 44.7% de pobreza, incapaz de retomar el dinamismo que tuvo en el pasado. Estas dos regiones, por los proyectos mineros que tienen, deberían ser las estrellas del crecimiento a 2030 y llevar la pobreza por debajo del 10%. ¿Se logrará? Debemos hacer todo lo posible para cambiar el futuro de millones de personas.
El otro caso interesante es el de Ica. En 2001 tenía una pobreza ligeramente por encima de 40%, en 2022 gracias al empuje de las inversiones agrícolas llegó a 5.1%. Pero, en 2019, año prepandemia, fue de 2.6%. Prácticamente se había erradicado la pobreza. A pesar de este éxito extraordinario, se aprueban leyes para desincentivar las inversiones, argumentando en favor de los que tienen empleo (lo cual suena muy bien) pero sin pensar en los millones que no tienen empleo.
Nuestros políticos, que dicen defender al “pueblo”, solo quieren impedir la inversión minera y destruir los incentivos de la inversión en la agroexportación, pero en realidad solo destruyen la ruta a la prosperidad de nuestro país. Depende de nosotros como peruanos no destruir el futuro de nuestros hijos.