Luis Carranza, Ex ministro de Economía y Finanzas
El Comercio, 05 de julio de 2016
La famosa historia bíblica narra cómo un joven y débil pastor, David, derrota a un poderoso guerrero, Goliat. Esta historia, que tiene más de 3.000 años se ha usado como ejemplo de un triunfo altamente improbable.
Sin embargo, haciendo una cuidadosa lectura de la Biblia, se escriben varios artículos médicos que deducen que Goliat padecía de gigantismo, enfermedad que afectaba su vista y lo hacía extremadamente lento. A partir de estas investigaciones médicas, Malcom Gladwell en su libro “David y Goliat” nos vuelve a contar la historia desde una perspectiva distinta. El favorito para ganar la pelea era David porque tenía una honda que era un arma letal a distancia, tenía la experiencia necesaria en el uso de esta (dado que como pastor tenía que alejar a los depredadores) y tenía mucha movilidad (pues rechazó la armadura que le ofrecían). Por otro lado, Goliat, además de los problemas antes señalados, se quedó parado esperando un combate cuerpo a cuerpo y jamás anticipó la estrategia de David, por lo que fue un blanco perfecto.
Las elecciones recientes dieron como resultado un amplio triunfo de partidos que se entienden como “derecha”, mientras que ningún candidato de los partidos de “izquierda” logró pasar a la segunda vuelta. La representación en el Congreso, de otro lado, está mayoritariamente en manos de Fuerza Popular, un partido que se identifica con la defensa del modelo económico y en eso está en la misma sintonía que el partido PPK, que ganó el balotaje.
A simple vista, parece que tenemos una representación política de derecha muy fuerte frente a una representación de izquierda muy débil. De hecho, algunos analistas piensan de manera entusiasta que, luego de un proceso de negociación política, se podría aprobar una serie de reformas con la cual ambos partidos, PPK y FP, estarían de acuerdo.
Pero no siempre lo que pensamos y lo que creemos determina nuestro comportamiento; de hecho muchas veces nuestras decisiones y comportamientos vienen determinados por la dinámica de la situación.
Existen hechos evidentes que definen una situación política, económica y social compleja. En el lado político, tenemos una gran fragilidad en el Ejecutivo, una mayoría parlamentaria de Fuerza Popular que hará difícil la negociación política, y una izquierda que, en medio de la disputa interna de liderazgo, intentará imponer la agenda de políticas públicas desde la oposición.
En el lado económico, la desaceleración de la demanda interna es evidente, el déficit fiscal se ha ampliado y, si bien es cierto que hay capacidad de endeudamiento, el mercado castigará desvíos que se consideren difíciles de revertir y, en medio del ruido financiero provocado por decisión de Gran Bretaña de salir de la Unión Europea, la respuesta de la inversión privada tardará aun más, esperando ver cómo se van consolidando las políticas públicas y cómo se va despejando el escenario internacional.
Finalmente, en el lado social, se han acentuado los problemas de seguridad ciudadana, las brechas de infraestructura se han incrementado y existen pretensiones, tanto salariales como normativas, en determinados sectores que se pueden exacerbar después de una campaña particularmente pródiga en promesas. Estas son las condiciones iniciales que junto con las estrategias determinaran el curso de las políticas públicas en los próximos cinco años.
Hemos visto hace poco cómo una serie de errores políticos terminaron por destruir el ahorro previsional del país, factura que se pagará con menor crecimiento en el largo plazo. Igual nos puede ocurrir con otros elementos claves de nuestra economía, que son los que explican el alto crecimiento de las últimas décadas. No nos lamentemos después si se pierden las condiciones de competitividad en los sectores de exportación no tradicional y de agroexportación o que se empiece a sobrerregular los mercados de factores o que perdamos la disciplina fiscal. Lo que nos está faltando, al igual que al Goliat bíblico, es una buena estrategia para enrumbar al país a la prosperidad.
Lampadia