El 2013 fue un año complicado tanto en el plano internacional como local. En el contexto internacional, el 2013 fue un año con buenas noticias y una sorpresa en lo que toca al curso que sigue la economía global para encontrar su equilibrio. La economía china creció ligeramente más de lo esperado e inició un proceso de implementación de reformas internas que harán más sostenible su crecimiento, aunque a menores tasas. Europa pasó de cuidados intensivos a cuidados intermedios, pero bajo vigilancia constante, reportándose mejoras en los riesgos financieros y en la situación de algunos países. Finalmente, la economía estadounidense continuó mejorando y se espera que mantenga el ritmo de la recuperación para el 2014. La sorpresa vino con el anuncio de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) del fin inminente del programa de estímulo monetario, que llevó a grandes salidas de capital de mercados emergentes y a los consecuentes movimientos en las tasas de interés y los tipos de cambios.
Esperemos que para el 2014 se mantenga un ritmo pausado en el retiro monetario, todavía sin movimientos de tasas de corto plazo, lo cual le dará espacio a nuestro banco central para actuar más cómodamente con inyecciones de liquidez si la demanda interna privada continuase débil. En Europa los riesgos políticos se exacerbarán más en sociedades que tienen que acostumbrarse a niveles de vida y de servicios públicos bastante menores de lo que tenían, más aun tomando en cuenta que la restricción fiscal y el proceso de caída de salario real todavía no ha terminado en varias economías de la periferia europea.
En el ámbito local, el año 2013 ha estado hasta el último día lleno de contradicciones que afectaron la confianza de los agentes económicos y, por ende, del crecimiento económico. La principal contradicción fue, sin duda, la afirmación del gobierno de respetar los principios democráticos, que vino acompañada por permanentes intentos de debilitar las instituciones democráticas e interferir en otros poderes del Estado.
Esta contradicción es la base de las dudas de los agentes económicos sobre si tenemos un gobierno autocrático que, bajo formalismos democráticos, pretende mantenerse indefinidamente en el poder. Este es el tema central que afectó a la inversión privada, y que, en la medida en que no se resuelva para bien lo antes posible, será un lastre cada vez más pesado conforme nos acerquemos al 2016.
Los regímenes dictatoriales, respaldados por la armas, pueden tener buenas o malas políticas económicas. Existen varios ejemplos históricos en América Latina y Asia. Pero los regímenes autoritarios que mantienen una democracia formal solo se pueden mantener si, más tarde o más temprano, implementan políticas populistas con el fin de recurrir al asistencialismo, que, aunque útil para ganar elecciones, destruye los principios fundamentales de la libertad económica. Esto lo hemos visto una y otra vez, desde el gran Pericles en la antigua Atenas hasta el pequeño Chávez en la Venezuela contemporánea. Como los agentes económicos no quieren invertir en países con alto riesgo político, más temprano que tarde empiezan a redireccionar sus inversiones a otros países.
Además de esta contradicción, de lejos la más importante, han existido otras contradicciones en las políticas públicas que están afectando el crecimiento de largo plazo. En política fiscal se ha sido expansivo con los aumentos salariales y luego se ha presentado una nueva ley de responsabilidad fiscal que terminará siendo restrictiva para la inversión pública. Por otro lado, se ha querido mejorar las expectativas de los agentes privados y se ha intentado por todos los medios aumentar la actividad empresarial del Estado.
En educación, se revirtió la reforma magisterial y se puso el enfoque en el programa Beca 18, como programa de bandera del gobierno, pero inmediatamente se afirmó que las universidades donde están estudiando estos becados son universidades de medio pelo.
En desnutrición descontinuaron el Programa Articulado Nutricional, implementando un programa de desayunos escolares para luchar contra la desnutrición infantil (la cual ocurre de 0 a 3 años) con nefastos resultados.
Si en el 2014 crecemos 5% o 6%, es irrelevante frente al enorme desafío de fortalecer nuestras instituciones políticas y económicas, que es lo que realmente garantizará nuestra prosperidad futura. Existirán algunas noticias que pensamos serán positivas, como el fallo de La Haya, y otras que pueden ser grandes fracasos, por ejemplo si el gobierno insiste en cambiar la ley del canon en año electoral. Por encima de todo, sin embargo, los peruanos necesitamos la seguridad de que seguiremos viviendo en un sistema democrático real. El mensaje del gobierno no puede ser contradictorio al respecto. ¡Dado que no estamos yendo al Mundial, creo que no es mucho pedir!
Publicado en El Comercio, 7 de enero de 2014