Luis Carranza
Perú21, 25 de agosto del 2024
“La caída en el abismo será dramática y quienes más sufrirán serán los más pobres y, mientras más demoren en estabilizar la economía, el costo será más alto”.
Imagínese, estimado lector, que usted va en un tren. Puede ver claramente que a unos pocos kilómetros la vía se acaba y hay un precipicio. Sin embargo, el tren no frena y sigue a toda velocidad.
¿Qué haría Ud.? Lo más probable es que alerte a los empleados y a los pasajeros del peligro inminente. Pero nadie hace nada. Ni los pasajeros ni los conductores toman acciones para evitar el descarrilamiento. Al contrario, lo que Ud. observa en los vagones es una disputa para ver quién toma el control para seguir acelerando el tren. Y luego, cuando el tren ya empezó a descarrilarse, se empiezan a echar la culpa unos a otros, pero nadie hace nada para controlar la situación y evitar daños mayores.
Lamentablemente, eso es lo que está ocurriendo en Bolivia ahora. Desde que asumió el gobierno Evo Morales en 2006, Bolivia mantuvo un modelo económico en el que los ingresos por las exportaciones de gas se transformaban en gasto público y eso inflaba el gasto, y la inversión privada y el consumo respondían a ese incremento del gasto público. Hace 10 años, Bolivia tenía 15 mil millones de dólares de reservas, su producto había crecido consistentemente desde 2006 producto de la expansión del gasto público, que había pasado del 20% al 40% del Producto Bruto Interno (PBI).
A partir de 2015, el continuo déficit fiscal empezó a generar aumentos de la deuda; como la producción de gas empezó a caer porque se nacionalizó la actividad y no se realizaron inversiones, la producción de gas y las exportaciones empezaron a caer. Se mantenía un tipo de cambio fijo en 6.9 bolivianos por dólar, que le daba mucha estabilidad, pero las reservas internacionales empezaron a caer consistentemente. A partir de ese año, ya se tenía claro que ese modelo no iba más y que al final había un precipicio.
Siendo presidente de CAF, hablé con Evo Morales en 2017 y, además de felicitarlo por el gran trabajo que hizo en irrigación de zonas rurales, le recordé que la estabilidad macroeconómica estaba en riesgo por la combinación de déficits fiscales, tipo de cambio fijo y caída de exportaciones. Su respuesta fue cortante. Las cosas funcionaban y eso no era un tema de discusión.
Hoy, siete años después, las cosas dejaron de funcionar porque se quedaron sin reservas. No solo eso. Como no quieren reducir gastos, siguen con altos déficits fiscales, por lo que se tomaron las pensiones y el banco central imprime moneda para poder financiar el déficit, con lo que la inflación empezará a despuntarse de manera exponencial en los próximos meses. Como no hay dólares y el tipo de cambio oficial sigue fijo, ya apareció un mercado negro de dólares, que ha estado transando en los rangos de 12 – 15 bolivianos en la última semana. Pero lo peor, ante la falta de dólares, es la escasez de combustibles y la gran cantidad de restricciones que se van colocando en la economía para sostener el modelo hasta la elección en 2025.
La caída en el abismo será dramática y quienes más sufrirán serán los más pobres y, mientras más demoren en estabilizar la economía, el costo será más alto. El ajuste será mucho más severo que en Argentina, porque la capacidad exportadora de Bolivia depende fundamentalmente del gas, que ya se le acabó, mientras que Argentina tiene una base agrícola muy importante, potencial de hidrocarburos y dinero de argentinos fuera del país.
Sorprende cómo la población no hizo caso a quienes advertían de este final y ahora que están rumbo al abismo recién se quejan y hacen marchas en contra del gobierno de Arce.
Sorprende cómo en nuestro país todavía algunos políticos miran a Bolivia como un ejemplo cuando tenemos, una vez más, el colapso de estas economías con modelos del socialismo bolivariano del s. XXI.
Sorprende cómo todavía en nuestro país seguimos cometiendo los mismos errores, inducidos por ideologías fracasadas, que destruyen o afectan la capacidad exportadora, que piden mayor intervención del Estado en la actividad económica y que abogan por empresas públicas. Lo que está viviendo Bolivia ahora lo vivimos nosotros en los 80. Si el espejo de Bolivia no nos hace recapacitar y si el elefante de Petroperú no nos golpea la cabeza, entonces más tarde o más temprano entraremos en ese lento proceso de descarrilamiento y, al igual que Bolivia, solo reaccionaremos cuando el tren esté cayendo en el abismo.