Por: León Trahtemberg
Correo, 9 de febrero del 2024
Un egresado de secundaria luego de cientos de horas escolares “estudiando ciencias” debería poder contestar con algún fundamento científico fácilmente preguntas como las siguientes: ¿Por qué un avión no se cae al volar? ¿Es bueno o malo para un adulto comer huevos o tomar leche? ¿A qué se debe que cuando una persona se pasa la toalla por el cuerpo “se seca”? ¿Por qué al viajar a la altura da “soroche”? ¿Por qué no se debe arrojar plásticos al mar? ¿Cuál es el origen y consecuencias de “El Niño”? ¿Cómo es que usar protector solar previene las quemaduras y cáncer a la piel? ¿Qué causa los infartos cardíacos? ¿Cuál es la razón por la que algunos vidrios son antruido? ¿Por qué hace daño consumir drogas? ¿Qué implicancias tiene la deforestación de bosques en la vida humana? ¿Por qué automóviles y aviones no usan el mismo tipo de gasolina? ¿Por qué al mezclar el color azul con el amarillo se obtiene verde?
Si no puede contestarlas es vital revisar sus formas de aprender para que se produzca una comprensión sólida de conceptos científicos básicos. Algunos países están implementando enfoques innovadores en la enseñanza de ciencias, como la promoción de la indagación y la experimentación activa en el aula, el uso de tecnologías educativas interactivas y la conexión de los conceptos científicos con aplicaciones prácticas en la vida cotidiana. Estas experiencias en la enseñanza de ciencias pueden servir como inspiración y ejemplo para mejorar la educación científica y garantizar que los egresados estén bien preparados para abordar desafíos y preguntas fundamentales en el mundo actual.