Por: León Trahtemberg
Correo, 24 de noviembre del 2023
Vivimos en un mundo donde lo obvio y lo indiscutible dominan nuestro entendimiento. Nada parece más claro que “1+1=2″. Sin embargo, esta sencilla ecuación puede no ser tan correcta cuando se examina bajo diferentes luces y contextos mentales, gustos y prejuicios.
Consideremos la Teoría de la Relatividad o los sistemas no lineales, donde los resultados pueden ser sorprendentemente contr-intuitivos. También el trabajo en duplas o grupos es más eficaz que el de la suma directa de las contribuciones individuales. La suma de infinitos no da un absurdo doble infinito y la actuación de un dúo de cantantes no equivale a la suma de lo que aporta cada cantante, la suma de infinitos no es un doble infinito, y un dúo musical va más allá de la contribución individual. En poesía, “1+1=2″ simboliza cómo dos almas crean algo más grande juntas.
En negocios, la colaboración entre empresas crea valor agregado, excediendo la suma de esfuerzos individuales. Esto se refleja también en política; la elección de un vicepresidente inapropiado puede disminuir el apoyo a un buen presidente, demostrando que a veces 1+1 es menos que 2.
En resumen, la vida, en toda su complejidad, rara vez se ajusta a ecuaciones simples. Debemos mirar siempre más allá de lo evidente, abrazar la incertidumbre, y siempre considerar el vasto espectro de posibilidades que nos rodea. La pregunta que queda es qué educación habilita para eso. ¿La que es lineal y rígida o la que es flexible y multidimensional?
En todo orden de cosas, la educación puede ser un freno o un acelerador, y mientras antes se den cuenta los padres, tanto mejor.