Por: León Trahtemberg
El Comercio, 15 de marzo del 2024
“Este paternalismo destructivo de la Sunedu no le hace ningún favor a la universidad peruana”.
Uno de los grandes problemas de las instituciones nacionales centralizadas es que no logran distinguir a quienes hacen las cosas bien de quienes las hacen mal, y optan por generalizar asumiendo que todos harán las cosas mal. De allí toda esa tramitología burocrática y reglamentarismo tan tóxico para las instituciones públicas. En el fondo, es la búsqueda de la comodidad más que del aliciente a la innovación.
La Sunedu, mediante la resolución del consejo directivo 00006-2024, ha dado otro paso para ratificar esta enfermedad nacional. Dar una norma que asume que todas las universidades son estafadoras de la buena fe de los estudiantes y, de esta forma, poner un freno al alineamiento de la educación superior peruana con las vanguardias mundiales en los temas universitarios. No se permite a las universidades peruanas hacer lo que hacen las reputadas universidades de Phoenix, Londres, Georgia, Edimburgo, Nueva Inglaterra, California, Irvine, Maryland, entre muchas otras, que ofrecen programas en línea sin requerir la presencialidad de los estudiantes.
La Sunedu dice que con esta medida pretende garantizar la calidad del aprendizaje integral que contribuya al desarrollo personal y profesional de los estudiantes, y que desarrollen las habilidades prácticas de trabajo en equipo e interacción directa con docentes y compañeros.
Sin duda, los estudiantes que no trabajan, tienen capacidad económica y viven en la ciudad en la que está ubicada la universidad podrían tener ventajas de una educación presencial, suponiendo que la universidad sea seria. Podría argumentarse, es cierto, que para ciertos laboratorios y talleres en algunas carreras se requiere asistencia presencial. Pero eso no tiene por qué anular las opciones virtuales. Además, se puede resolver concentrando inteligentemente en una semana por semestre las prácticas imprescindibles de las carreras que lo requieran, siempre y cuando los postulantes tengan un conocimiento previo de la modalidad que están escogiendo.
Más allá de eso, el rol de la Sunedu no es discriminar, sino incluir a todos los que requieren una oportunidad universitaria. Asumir que la presencialidad o el licenciamiento es sinónimo de calidad no soporta la prueba del mercado laboral. En nombre de la mera presencialidad en varias universidades licenciadas se puede obtener una educación del siglo pasado.
Finalmente, se trata de que los estudiantes escojan la opción que sientan que calza mejor con sus realidades personales. Este paternalismo destructivo de la Sunedu no le hace ningún favor a la universidad peruana. Su rol, en cambio, debería ser el de alentar la innovación a tono con el primer mundo, informar a la ciudadanía sobre modalidades y opciones alternativas de educación superior existentes, con sus ventajas y desventajas, reconociendo la capacidad de los peruanos de aquilatar y decidir sobre su mejor opción.