Por: Juliana Uribe, Diario «El Tiempo» de Colombia, GDA
El Comercio, 31 de Mayo del 2023
Un día vimos a Donald Trump siendo arrestado y después al papa Francisco vestido de Balenciaga, con un abrigo de plumas blanco, perfectamente combinado con el crucifijo que suele cargar en el pecho. También vimos a los más conocidos representantes republicanos de Estados Unidos maquillados como `drag queens’, en la misma semana en la que varios de ellos se mostraron a favor de crear leyes para prohibir las actuaciones `drag’.
Y aunque al final supimos que todas estas imágenes habían sido crea das por herramientas de inteligencia artificial (IA), el asombro dejó un espacio para que nos hiciéramos prelado. g untas profundas como hasta qué punto se está atenuando la línea entre la realidad y la ficción en Internet.
Aún no hemos sido testigos del primer gran golpe de opinión causado por la IA enColombia, pero sus pasos ya se sienten muy cerca, tan cerca como las elecciones locales de octubre. Entonces, cuando se miran las dos cosas juntas, aparecen más preguntas .¿ Veremos imágenes creadas para afectar la reputación de tal o cual candidato ?¿ ChatGPT, la aplicación más conocida de generación de texto con IA, será capaz de crear discursos para que cualquier aspirante conecte mejor con un determinado grupo de e lectores ?¿ Podrán las personas pedirle ala inteligencia artificial argumentos para posturas en conversaciones cotidianas? ¿Cambiará la IA la política para siempre?
No se trata de mirar la realidad venidera con ojos apocalípticos, sino de ver que la enorme cantidad de oportunidades que abre la IA puede ser directamente proporcional a los retos que implica. La IA opera con una alta capacidad para procesar datos que están `online’ y su `creación’ de productos nace de esa información disponible. Sin embargo, sería ingenuo desconocer que los datos no reposan neutrales en algún lugar de la red y que estos están a salvo de los sesgos de las personas que los han originado.
En ese sentido, para el aterrizaje de la IA deberíamos estar prestas a promover la transparencia entre quienes emiten los mensajes, pues solo así seremos capaces de saber cuándo la IA está sirviendo para ilustrar o manipular, cuándo para informar o desinformar y cuándo para manifestar o polarizar. El sentido crítico que tengamos para consumir la información servirá para que podamos establecer confianza en las reglas de juego que ofrece la democracia, ya sea para las próximas elecciones o para el ejercicio permanente de nuestros derechos.
Lo cierto es que desde ya hay un reto que parece ineludible: como sociedad debemos entender el papel prioritario que debe tener la educación mediática y digital en nuestros entornos y apuntar a que este conocimiento sea lo suficientemente capaz de trascenderlas brechas sociales, económicas y de edad.
Quizá la IA sí cambie la política para siempre y quizá no solo la política, sino la vida misma. Sin embargo, lo saludable o tóxico de este cambio, al final, dependerá de nosotros. Hace días, en un conversatorio que hicimos sobre este tema, la cien tist ad e datos argentina MaríaLas a decía que este tipo de herramientas ya está aportando para optimizar tareas diversas, pero, al final, sigue siendo la indicación humana la que las origina, la que diferencia sus productos.
Por eso, la diversidad de aproximaciones que se le puede entregar a la IA será lo que al final distinga lo humano de lo maquinal. María decía que el monopolio de la intención y las narrativas, de es oques ele entrega ala tecnología de manera personal, deberá permanecer en la sociedad civil, y que ese es un monopolio, es algo a lo que nunca deberíamos renunciar. Yo no podría estar más de acuerdo.
–Glosado y editado–