Juan Stoessel
Perú21, 1 de diciembre del 2024
“La conservación necesita ser el principio rector. Desarrollo sí, pero desarrollo sostenible”.
El Valle Sagrado de los Incas está en peligro. Un proyecto de ley recientemente presentado propone cambios en la zonificación que, para decirlo sin rodeos, terminarían destruyendo uno de nuestros lugares turísticos más admirados. No es exageración. Lo que busca esta iniciativa es transformar un área cultural, arqueológica y ecológica única en ocupación urbana. Sin considerar el devastador impacto que esto tendría en nuestro patrimonio arqueológico, nuestra biodiversidad y nuestras comunidades locales.
Aclaración importante: esta no es una defensa del inmovilismo. Nadie está en contra de que se construya infraestructura o se edifiquen hoteles, siempre y cuando haya una cuidadosa planificación que garantice el equilibrio entre desarrollo y conservación. Los parámetros vigentes tienen una razón de ser, prevenir daños irreversibles a la riqueza natural, cultural y social del valle. No se trata de cambiar las reglas de juego según le convenga al grupo de interés de turno.
El cambio de zonificación propuesto por el Plan de Desarrollo Urbano de Urubamba enciende demasiadas alarmas. Permitir construcciones, urbanizaciones o actividad industrial en la zona dispara el riesgo de daño a sitios arqueológicos y la pérdida de paisajes naturales. Flexibilizar las normas abre las puertas de par en par a un desarrollo inmobiliario desenfrenado —edificios, centros comerciales—. Esto alteraría de forma irreversible la experiencia turística. Es un camino directo y sin escalas a la tugurización del Valle Sagrado. Y en una época donde el gran reto para el sector es la sostenibilidad, estaríamos yendo en sentido contrario, ¡hacia el turismo insostenible!
El impacto social es otro motivo de preocupación. Las cosas como son. Con este proyecto, los intereses comerciales de unos cuantos serían la prioridad, y las comunidades locales serían las grandes perdedoras. Terminarían descontentas, desplazadas, excluidas. La receta perfecta para futuros conflictos y protestas. ¿Acaso no hemos aprendido nada?
Esto no significa que la alternativa sea no hacer nada de nada en el valle. Simplemente, es hacer las cosas bien. El impacto ambiental, cultural y social debe evaluarse rigurosamente. La conservación necesita ser el principio rector. Desarrollo sí, pero desarrollo sostenible. Otro aspecto clave debe ser la transparencia.
El Valle Sagrado tiene ese nombre por una razón. Tratémoslo en forma acorde. No permitamos que ni intereses ocultos ni la improvisación maltraten este lugar maravilloso y único.