Por: Juan Fernando Correa
Perú21, 4 de Febrero del 2023
“En febrero del 2003, un dólar valía S/3.48 y 3.21 pesos argentinos; casi lo mismo. Hoy, un dólar vale S/3.84 y 362 pesos; un peso argentino vale casi un céntimo de sol”.
En setiembre pasado, escuché a una señora humilde en Urubamba quejarse por la subida del dólar. Era campesina. Los fertilizantes y agroquímicos habían subido de precio y eso la había afectado mucho. Durante el 2021 el dólar se disparó de S/3.60 hasta un poco más de S/4 . Un golpe fuerte a la economía de los peruanos.
Luego de compartir muchas de sus frustraciones y una sensación de abandono por parte del Estado, expresó su deseo de una nueva Constitución. No entendía bien qué significaba, y tampoco expresaba un sustento ideológico. Era solo la sensación que algo había que cambiar.
Me quedé pensando cómo explicarle que en el Perú tenemos una de las mejores constituciones del mundo en cuánto al capítulo económico. A su comentario sobre la subida del dólar se me vino a la mente hablarle del caso argentino, en donde la Constitución no le da independencia al Banco Central, como sí lo tenemos en el Perú.
Durante los años 90, por ley, el tipo de cambio en Argentina era un peso igual a un dólar. Luego de una crisis económica a fines del año 2001, se liberó el tipo de cambio y en poco tiempo llegó a 3 pesos un dólar. En febrero del 2003, un dólar valía S/3.48 y 3.21 pesos argentinos; casi lo mismo. Hoy, un dólar vale S/3.84 y 362 pesos; un peso argentino vale casi un céntimo de sol.
¿Cómo se sentiría la señora de Urubamba si hoy un dólar costara S/362? ¿Cómo mostrarle el valor de la estabilidad macroeconómica que surge de nuestra Constitución? ¿Cómo explicarle que cambiar el modelo económico sería como demoler nuestra casa, cuando todo lo que necesitamos son algunas reparaciones y mejoras? ¿Cómo lo hacemos?