Por Juan Carlos Tafur
(Exitosa Diario, 16 de Abril de 2015)
Más allá de lo que finalmente sentencie esta semana la Corte Interamericana de Derechos Humanos a propósito del caso Chavín de Huántar, lo que vuelve a estar sobre el tapete, en consonancia con la indignada reacción ciudadana al ver cómo los comandos que rescataron a los rehenes de la residencia diplomática japonesa pueden volver a ser juzgados, es la deuda colectiva que el país entero les tiene a los gestores de la victoria militar y política que los peruanos obtuvimos frente a los grupos terroristas.
Nunca será demasiada la insistencia para que se establezcan fechas decisorias de esa gesta nacional, para que, por ejemplo, se pueda establecer como días feriados a las fechas en las que se capturó a Abimael Guzmán y cuando se develó la criminal toma de rehenes por parte del MRTA.
Y junto a ello debemos construir la historia de los centenares de héroes anónimos que desde su puesto de combate salvaron las vidas de sus compañeros de armas, de población civil y finalmente de la democracia y el Estado peruano.
Así como la memoria de los horrores es necesaria para que la sociedad esté advertida de los límites que es capaz de traspasar en situaciones extremas, también lo es la necesaria exaltación de nuestros hechos más gloriosos, entre ellos la operación militar que comentamos.
Ni una sola gran avenida, ninguna alameda, parque público o espacio urbano ha sido bautizado en honor de los peruanos que derrotaron al terror. Por el contrario, la canallada no cesa en su miserable afán de utilizarlos como víctimas de su munición ideológica, sin que les importe que en tal empeño terminen por favorecer a quienes, con las armas ilegítimas en la mano, asesinaron y horrorizaron al país entero durante más de dos décadas.